Desde la publicación de este libro, en el año 1983, un nuevo síntoma ha surgido con ímpetu situándose en el centro del interés público y probablemente - a juzgar por los indicios - permanecerá de actualidad durante mucho tiempo. Cuatro iniciales simbolizan la nueva plaga: SIDA, Síndrome de Inmuno-Deficiencia Adquirida. El causante material es el virus HTLV-III/LAV, un agente minúsculo muy sensible que sólo puede vivir en un medio muy específico, por lo cual, para la transmisión de este virus tienen que pasar al sistema circulatorio de otra persona células de sangre fresca o esperma. Fuera del organismo humano, el agente muere.
Son reserva natural del virus del SIDA ciertas especies de monos del África Central (especialmente el macaco verde). Fue descubierto a finales de los años setenta en un drogadicto de Nueva York. Por la utilización común de agujas hipodérmicas, el virus se extendió rápidamente entre los toxicómanos y pasó después a homosexuales donde siguió extendiéndose por el contacto sexual. Actualmente, entre los grupos de riesgo, los homosexuales ocupan el primer lugar, debido a que la relación anal practicada preferentemente suele producir pequeñas heridas de la sensible mucosa del intestino recto. Ello permite a los espermas que contengan el virus pasar a la sangre (la mucosa vaginal es más resistente a las heridas)
El SIDA apareció en el momento en que los homosexuales habían mejorado y legitimado considerablemente su status en América. Después se ha sabido que en el África Central, el SIDA no está menos extendido entre los heterosexuales, pero en Europa y América los homosexuales son la tierra de cultivo de la epidemia. Actualmente, la libertad sexual está seriamente amenazada por el SIDA - unos lo lamentan y otros ven en ello el justo castigo de Dios. Lo cierto es que el SIDA se ha convertido en un problema de la colectividad - el SIDA no es cosa de unos cuantos sino de todos. Por consiguiente, tanto a nosotros como a la editorial nos pareció oportuno agregar al libro este capítulo sobre el SIDA, en el que tratamos de esclarecer el fondo de la sintomatología del SIDA.
Al examinar los síntomas del SIDA llaman la atención cuatro puntos:
1) El SIDA provoca la destrucción de las defensas del cuerpo, es decir, que ataca la capacidad del cuerpo de aislarse y defenderse de los agentes del exterior. Este daño irreparable causado a las defensas inmunológicas expone a los enfermos de SIDA a las infecciones (y a ciertos tipos de cáncer) que no son una amenaza para las personas con las defensas intactas.
2) Dado que el virus HTLV-III/LAV tiene un período de incubación largísimo (entre el momento de la infección y el de la manifestación de los síntomas pueden transcurrir varios años) el SIDA tiene un carácter inquietante. Si descontamos la posibilidad del test (el test Elisa)uno no puede saber cuántas personas puede haber infectadas por el SIDA, ni si lo está uno. Por lo tanto, el SIDA es un adversario invisible, muy difícil de combatir.
3) Puesto que el SIDA sólo puede contraerse por contagio a través de la sangre y el semen, no se trata de un problema personal y particular, sino que revela con elocuencia nuestra dependencia de los demás.
4) Finalmente, en el SIDA la sexualidad es factor primordial ya que es prácticamente la única vía de contagio, aparte de las otras dos posibilidades - utilización de agujas de inyección usadas y transfusión de sangre infectada - relativamente fáciles de eliminar. Con ello, el SIDA ha alcanzado la categoría de "enfermedad de transmisión sexual" y la sexualidad tiene connotaciones angustiosas.
Hemos llegado al convencimiento de que el SIDA como peligro colectivo es la continuación lógica del problema que se manifiesta en el cáncer. El cáncer y el SIDA tienen mucho en común, por lo que cabe reunirlos bajo el epígrafe común de "El amor enfermo".
Para entender lo que queremos decir con ello será necesario referirnos brevemente al tema "amor". Vemos que el amor es la única instancia que está en condiciones de superar la polaridad y unir los contrarios. Pero, como sea que los contrarios siempre están definidos por fronteras - Bueno / Malo, Dentro / Fuera, Yo / Tú - la función del amor consiste en superar, o, mejor dicho derribar fronteras. Por lo tanto, nosotros definimos el amor, entre otras cosas, como capacidad de apertura, de "aceptar" al otro, de sacrificar la frontera del Yo.
El sacrificio que impone el amor tiene una larga y rica tradición en la poesía, la mitología y la religión; nuestra cultura lo conoce en la figura de Jesús que, por amor a la humanidad, aceptó el sacrificio de la muerte y con ello siguió el mismo camino que todos los hijos de Dios. Cuando hablamos de "amor" nos referimos a un proceso espiritual, no a un acto corporal; cuando nos referimos al "amor corporal", decimos sexualidad.
Hecha esta distinción, en seguida comprenderemos que en nuestro tiempo y en nuestra cultura tenemos un gran problema con el "amor". El Amor apunta, en primer lugar, al alma del otro, no a su cuerpo; la sexualidad desea el cuerpo del otro. Ambos tienen su justificación; lo peligros - en esto como en todo - es la unilateralidad. La vida es equilibrio, es comprensión entre el Yin y Yang, Abajo y Arriba, Izquierda y Derecha.
Referido a nuestro tema, esto significa que la sexualidad tiene que equilibrarse con el amor ya que, de lo contrario, nos quedamos en la unilateralidad -y toda unilateralidad es "mala", es decir, insana, enfermiza. Ya casi no nos damos cuenta de la fuerza con la que en nuestro tiempo se subraya el Ego y se marcan los límites de la personalidad, ya que este tipo de individualización ha llegado a hacerse perfectamente natural. Si nos paramos a pensar en el valor que hoy en día tiene el nombre de la industria, la publicidad, el arte y lo comparamos con tiempos pasados en los que la mayoría de los artistas quedaron en el anonimato, comprenderemos con claridad lo que queremos decir con la acentuación del Ego. Esta evolución se muestra también en otros campos de la vida, por ejemplo, en la transformación de la gran familia en pequeña familia y en la más moderna forma de vida, la del "soltero". Hoy en día, el apartamento de una habitación es expresión de nuestro creciente aislamiento y soledad.
El individuo moderno trata de contrarrestar esta tendencia por dos medios: la comunicación y la sexualidad. El desarrollo de los medios de comunicación se ha disparado: Prensa, radio, TV, teléfono, ordenador, télex, etc. - todos estamos conectados, electrónicamente. Primeramente, la comunicación electrónica no resuelve el problema de la soledad y el aislamiento; en segundo lugar, el desarrollo de los modernos sistemas electrónicos muestra claramente a los seres humanos la futilidad y la imposibilidad de aislarse realmente, de guardar algo en secreto para sí o reivindicar un ego. (¡Cuánto más avanza la electrónica, más difíciles e inútiles se hacen el secreto, la protección de datos y los copyright!)
La otra fórmula mágica es libertad sexual: cualquiera puede "establecer contacto" con quien lo apetezca y, no obstante, permanecer espiritualmente intacto. No es, pues, de extrañar que se pongan los nuevos medios de comunicación al servicio de la sexualidad: desde los anuncios en la prensa hasta el "telefonosex" y el "computersex", el último juego USA. La sexualidad sirve, pues, para el placer, concretamente en primer lugar, el propio - la "pareja" suele ser un simple accesorio. Pero, a fin de cuentas tampoco se necesita al otro, ya que el placer se experimenta también por teléfono o a solas (masturbación)
El amor, por el contrario, significa el verdadero encuentro con otra persona; pero el encuentro "con el otro" es siempre un proceso que genera ansiedad, porque exige que uno se cuestione la propia manera de ser. El encuentro con otra persona es siempre encuentro con la propia sombra. Por esto es tan difícil la convivencia.
El amor tiene más de trabajo que de placer. El amor pone en peligro la frontera del ego y exige la apertura. La sexualidad es un estupendo complemento del amor, para abrir fronteras y experimentar la unión en lo corporal. Pero, si se excluye el amor, la sexualidad por sí sola no puede cumplir esta función.
Nuestra época, ya lo hemos dicho, es egocéntrica en grado superlativo y tiene aversión a todo lo que apunta a la superación de la polaridad. Y nosotros, forzando el énfasis en la sexualidad tratamos de ocultar y compensar la incapacidad para el amor: nuestro tiempo está sexualizado pero falto de amor. El amor pasa a la sombra. Es un problema de nuestro tiempo y de toda nuestra cultura occidental, un problema colectivo.
Desde luego, el problema incide especialmente en los homosexuales. Aquí no se trata de discutir las diferencias que existen entre homosexualidad y heterosexualidad sino de resaltar la clara tendencia observada entre los homosexuales hacia una disminución de las relaciones estables con una pareja única, y un aumento de la promiscuidad: no es excepcional que, en un solo fin de semana, se establezca contacto sexual con diez y hasta veinte personas. Cierto, la tendencia y la problemática que acarrea es la misma para homosexuales y para heterosexuales, pero entre éstos está menos acentuada y generalizada. Cuando más se disocia el amor de la sexualidad y se busca sólo el placer propio, más se disipan los estímulos sexuales. Ello exige una escalada de estímulo que tiene que ser cada vez más original y refinado, y el recurso a prácticas sexuales extremas que denotan claramente lo poco que cuenta la pareja, que es degradada a la condición de simple estímulo.
Suponemos que estas esquemáticas observaciones pueden servir de punto de partida para comprender el cuadro del SIDA.
Si el amor ya no es vivido interiormente como encuentro e intercambio espiritual entre dos personas, pasa a la sombra y, en última instancia, al cuerpo. El amor es enemigo de fronteras e insta a la apertura y la unión con lo que se viene de fuera. La destrucción de las defensas que provoca el SIDA refleja claramente este principio. Las defensas del organismo protegen la necesaria frontera corporal, pues toda forma exige un límite y, por consiguiente, un ego. El enfermo de SIDA vive en el plano corporal el amor, la apertura, la accesibilidad y la vulnerabilidad que rehuyó por miedo en el plano espiritual.
La temática del SIDA es muy parecida a la del cáncer, por lo que catalogamos ambos síntomas con el mismo epígrafe de "amor enfermo". Pero existe una diferencia: el cáncer es más "personal" que el SIDA, es decir, que el cáncer afecta al paciente individualmente, no se contagia. El SIDA, por el contrario, nos hace comprender que no estamos solos en el mundo, que cada individualización es una ilusión y que el ego es, a fin de cuentas, una aberración. El SIDA nos hace sentir que somos parte de una comunidad, parte de un gran todo y que, como parte, somos responsables del todo. El paciente del SIDA siente de modo fulminante el peso de esta responsabilidad y debe decidir lo que va a hacer en adelante. El SIDA impone responsabilidad, precaución y consideración hacia los demás - cualidades de las que hasta el momento anduvo escaso el paciente de SIDA.
Por otra parte, el SIDA exige la total renuncia a la agresividad en la sexualidad, ya que, si hay sangre, la pareja se contagia. El uso de condón (o guantes de goma) reconstruye artificialmente la "frontera" que el SIDA había derribado en el plano corporal. Con el abandono de la sexualidad agresiva, el paciente tiene la posibilidad de adquirir ternura y delicadeza como forma de relación y, además el SIDA lo pone en contacto con los temas soslayados de debilidad, indefensión, pasividad - en suma, con el mundo del sentimiento.
Es evidente que los aspectos que el SIDA obliga a replegar (agresividad, sangre, desconsideración…) se hallan situados en la polaridad masculina (Yang) mientras que los que obliga a cultivar corresponden a la polaridad femenina (Ying) (debilidad, indefensión, delicadeza, ternura, consideración). No es de extrañar pues, que el SIDA tenga tanta incidencia entre los homosexuales puesto que el homosexual rehúye el debate con lo femenino (¡por más que el homosexual asuma tan ostensiblemente la feminidad en su manera de actuar, ya que este comportamiento en sí, es síntoma!)
Los mayores grupos de riesgo del SIDA son los formados por drogadictos y homosexuales. Son, en general, grupos automarginados que suelen rechazar e, incluso, odiar al resto de la sociedad y que, a su vez, suscitan repulsa y aversión. El SIDA enseña al cuerpo a renunciar al odio: al destruir las defensas, implanta el amor indiscriminado.
El SIDA enfrenta a la Humanidad con una zona de la sombra muy profunda. El sida es un emisario del "submundo" - y en más de un sentido, ya que la puerta de entrada del agente se encuentra en el "submundo" del ser humano. El agente propiamente dicho permanece mucho tiempo en la "oscuridad", ignorado, hasta que, poco a poco, se manifiesta a través de la vulnerabilidad y el debilitamiento del paciente. Entonces el SIDA conmina a la conversión, a la metamorfosis. El SIDA nos resulta inquietante porque actúa desde lo oculto, lo invisible, lo inconsciente: el SIDA es el "enemigo invisible" que hirió de muerte a "Anfortas" el Rey del Grial.
El SIDA tiene una relación simbólica (y, por consiguiente, temporal) con el peligro de la radioactividad. Después de que el "hombre moderno", a costa de tantos esfuerzos se liberara de todos "los mundos invisibles, intangibles de números y desconocidos", ahora los mundos declarados "inexistentes" contraatacan; devuelven al hombre al miedo primitivo, tarea que en los viejos tiempos incumbía a demonios, espíritus, dioses coléricos y monstruos del reino de lo invisible.
Es sabido que la fuerza sexual es una fuerza misteriosa e inquietante que tiene la facultad de separar y de unir, según el plano en el que actúe. Desde luego, no se trata de condenar y reprimir nuevamente la sexualidad, pero sí de dotar a una sexualidad entendida de forma puramente física de una "apertura espiritual" llamada sencillamente "amor".
En resumen:
Sexualidad y amor son los dos polos de un tema llamada "unión de contrarios".
La sexualidad se refiere al cuerpo y el amor al alma del otro.
La sexualidad y el amor deben estar en equilibrio.
El encuentro psíquico (amor) se considera peligroso y angustioso, ya que atenta contra las fronteras del Yo. El énfasis en la sexualidad corporal hace que el amor pase a la sombra. En estos casos, la sexualidad tiende a hacerse agresiva e hiriente (en lugar de atacar la frontera psíquica del YO se atacan las fronteras corporales y corre la sangre)
El SIDA es la fase Terminal de un amor que ha descendido a la sombra. El SIDA derriba en el cuerpo las fronteras del Yo y hace experimentar al cuerpo el miedo al amor que fuera rehuido en el plano psíquico.
Por lo tanto, en definitiva, también la muerte no es sino la forma de expresión corporal del amor, ya que realiza la entrega total y la renuncia del aislamiento del Yo. Ahora bien, la muerte no es más que el principio de una transformación, el comienzo de una metamorfosis.
EL AURA HUMANA O ARCO IRIS
Alrededor de la cabeza y del cuerpo, delineándolos con un contorno de entre cinco y diez centímetros de espesor, hay algo que se denomina cuerpo etérico. Según el estado del yo espiritual, el etérico se ve de color gris humo, azul, blanco, amarillo claro o dorado. El ojo físico lo percibe con más facilidad que el aura en sí. Más allá del etérico está el aura, que contiene todos los colores del espectro solar: algunos brillantes, otros cenagosos. Y cada uno de ellos en todos sus tonos. Mide entre noventa centímetros y un metro y medio de circunferencia. Tu aura es el tú-de-ti, completamente individual; refleja el estado de tu cuerpo astral, que se imprime de manera constante sobre tu cuerpo físico.
Las plantas y los animales, las cosas mismas, también tienen auras. En las condiciones adecuadas se las ve con la visión física, habitualmente periférica, o con el Tercer Ojo, la glándula pineal, situada en el centro de tu frente, entre las cejas. La declaración del Nazareno, según la cual "quienes tengan ojos vean; quienes tengan oídos, oigan", se refiera a ese Tercer Ojo y al Oído Interno, donde se oye la voz clara y pequeña de tu Yo Superior.
Tu aura es una radiación grande, en forma de huevo, que rodea todo tu cuerpo, por el frente, por detrás y por los costados; sus colores reflejan exactamente tu estado mental y emocional, así como tu salud física, en cambio constante. Es tu arco iris personal… o la nube oscura de la depresión y la enfermedad.
Una vez, hace mucho tiempo, muchas personas podían ver las auras de los demás y casi todo el mundo percibía cuanto menos el etérico. Esto último es el origen del halo, transmitido por los relatos y las leyendas, que los granes pintores del pasado ponían alrededor de la cabeza de los personajes religiosos; ellos eran canales abiertos para que los Maestros Superiores expresaran la verdad. Los terráqueos hemos perdido hace tiempo la capacidad de ver el aura y hasta el etérico, aunque hay unos pocos, en la actualidad, que han conservado el don en sus encarnaciones presentes.
Aunque hayas perdido momentáneamente el don de ver las auras, tu aura es de vital importancia para tu salud, tu felicidad y tu desarrollo espiritual. Por invisible que resulte para ti en estos momentos, allí está, y la sabiduría esotérica se inicia con tu conocimiento y tu comprensión de su existencia misma. Mis gurúes y maestros personales me han aconsejado que repita lo positivo en voz alta con tanta frecuencia como sea posible; jamás lo negativo. De ese modo uno se prepara para reclamar, a su debido tiempo, el gran don. En otras palabras, nunca digas en voz alta a nadie: "No veo las auras, ni siquiera el cuerpo etérico". En cambio repite cada vez que puedas, cuando hables de estos temas con toros (y aún a solas): "Aún no puedo ver el etérico ni el aura humana, pero pronto, muy pronto los veré". Tu subconsciente recogerá el mensaje y tu YO Superior responderá.
Hasta que llegue este "pronto", puedes ir haciendo varias cosas para dar a conocer tu conciencia del aura… y para proteger, "pulir" y purificar tu aura. Todo el mundo ha reparado en la conducta extraña de los seres humanos cuando se encuentran en un ascensor, sobre todo si está atestado. Sin excepciones, todos se sienten extrañamente introvertidos e incómodos: muchos se miran fijamente los pies o contemplan el correr de los números en el indicador de pisos, con la cara petrificada como si estuvieran presenciando la cuenta regresiva de la explosión nuclear que acabará con todo, hasta que llegan a destino; entonces salen apresuradamente, muchas veces con un suspiro de alivio.
Es la superposición y la mezcla de las auras de los pasajeros en el ascenso atestado lo que provoca la tensión e intranquilidad en todos. Cuando un aura ajena se superpone con la tuya, o la roza, tú lo sientes de inmediato: a veces, con nitidez, a veces, apenas; pero el contacto se percibirá siempre. Por eso, cuando alguien se te acerca desde atrás en puntillas para sorprenderte, o simplemente pasa por detrás de tu espalda a poca distancia, sientes esa presencia antes de verla u oírla. Un aura diferente ha penetrado en la sustancia de tu personalísima vaina.
También existen personas que insisten en acercarse demasiado cuando conversan contigo, haciendo que te sientas incómodo. Naturalmente, entre amantes, o ente padres e hijos, esta superposición es muy placentera, pero en otros casos puede resultar muy incómoda. Cuando me ocurre algo así siempre digo, con una sonrisa y toda la cortesía posible: "Está usted en mi aura. ¿Le molesta si retrocedo un poquito?" Esta respuesta a una proximidad inesperada o no solicitada es la razón oculta tras la frase que se ha hecho familiar en los últimos años: "Necesito espacio".
La textura de tu arco iris personal, tu aura, es electromagnética. Por lo tanto, cuando te mezclas con otras personas haciendo compras, en tu empleo o simplemente cuando paseas, tu aura recogerá por magnetismo pequeños fragmentos de la textura aúrica ajena… además de saturarse con los fragmentos magnéticos de tus propias emociones negativas durante la jornada. Entonces tu aura necesita una limpieza.
Cuando tomas un baño o una ducha (es preferible la ducha), todos esos fragmentos magnéticos que recogiste de otros y de tus propios pensamientos negativos, de tus mismas emociones, se van por el sumidero. Esto es efecto del elemento agua sobre la textura áurica. Al producirse el proceso de lavado, el aura se retira poco a poco hacia el interior del cuerpo, de modo tal que, si te viera un místico en ese momento, no vería rastro alguno de tu aura ni del etérico. ¿Has notado que, después de tomar un baño o una ducha, tienes la perceptible sensación de debilidad por un tiempo que dura entre 30 y 60 segundos? Eso se debe a que tu aura se ha retirado al interior del cuerpo. Después de secarte, esa sensación de leve debilidad deja paso a una oleada de energía y bienestar. Esto se produce porque el aura se ha proyectado poco a poco al exterior, reluciente y en su estado normal, limpia ya de los racimos de fragmentos negativos de energía electromagnética, que el agua lavó.
Allí se origina el consejo espiritual: "La limpieza está muy cerca de la divinidad". Después de un baño o una ducha, es imposible, por algún tiempo, experimentar sentimientos negativos profundos, los mismo que te bombardeaban antes de limpiar tu aura.
Cuando te sientas exhausto, furioso, asustado, apenado o lleno de preocupaciones, toma un baño o una ducha. Lava tu aura, límpiala. Después te será imposible sentir esas emociones negativas. Estarás más tranquilo, más apacible; serás más capaz de enfrentarte a los problemas que creó tu tensión… al menos por varias horas, hasta que el aura se sature otra vez de "fragmentos negativos" de otras personas y de tus propios procesos de pensamiento y emociones.
Aunque los médicos no comprendan cómo y por qué funciona (no tienen en cuenta, por cierto, al aura humana), en las clínicas para enfermos mentales se suele indicar a los pacientes que sufren de graves perturbaciones emocionales que pasen ciertos períodos sentados en una bañera con agua caliente circulante. La técnica de mojar con chorros de manguera a las multitudes furiosas es una medida policial deplorable, pero el agua tiene el efecto de calmar la violencia y restaurar cierta estabilidad. Aunque desagradable, también esa práctica se inició por haberse observado el efecto del agua en el aura humana, aún por parte de aquellos que nunca oyeron hablar del aura, y mucho menos, la vieron.
Linda Goodman
Los Signos del Zodíaco
Y las Estrellas
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LA ESCALA DE JACOB
La Biblia cuenta, en el Antiguo Testamento, que Jacob, cuando iba camino hacia la casa de su tío Laban, se durmió a la sombra de una encina y soñó algo fascinante: Vio una gigantesca escalera que subía hasta el cielo. En lo alto, estaba Dios. Por sus peldaños, subían y bajaban numerosos ángeles. Esta escalera simboliza la Evolución espiritual del ser humano, ascendiendo, una y otra vez a un nivel más alto. Cada escalón representa un estado de conciencia y de verdad superior al anterior. Cuando un nivel de conciencia se deja para subir a otro, ya no hay retroceso.
Todo ser humano tiene un nivel de comprensión y de verdad Espiritual que debe ser respetado. Es Su Camino para ir hacia el Padre. Por esta razón, hay tantas religiones en el mundo, tantos sistema filosóficos y espirituales, aunque todos coinciden en las verdades básicas más simples y en la esencia o fondo.
Un conocido dicho expresa: "Todos los caminos conducen a Roma". Se pueden hallar muchos caminos, ciertamente, para ir al mismo lugar: unos más largos, otros más cortos, algunos dan vueltas y vueltas. Hay quien prefiere acortar atajos y quien va por senderos escabrosos, casi escondidos, llenos de espinos y alimañas; pero son más fáciles las amplias carreteras, las autopistas rectas. Al final, todos llegan igual, aunque unos tarden más tiempo, otros menos y algunos se detengan distraídos en la contemplación del paisaje que sus ojos ven.
Hay que ser amplios, comprensivos y respetar todo nivel de verdad en otros, cualquier religión, filosofía o forma de pensar, sin considerarse superior a nadie ni a nada. En esto estamos claros. Bajo tal punto de vista, y en una forma impersonal, vamos a dar una información sobre la Escuela llamada Espiritismo, aclarando primero que la Gran Hermandad Saint Germain no practica ni recomiendo el Espiritismo, aunque lo respeta, como un nivel o escalón de Evolución que ocupa un lugar en esa escalera gigantesca que hemos mencionado.
Información sobre el Espiritismo - Origen
Esta Escuela nació a mitad del siglo XIX con el objeto de combatir el materialismo y la incredulidad tan comunes en Europa y América. Se precisaba, urgentemente, dar luz al mundo occidental sobre un tema tan trascendente como la "muerte" y decir que ella no es el final, sino una continuación de la vida. Había gran ignorancia y oscuridad sobre esto.
Como la mente occidental es escéptica por naturaleza, rechaza lo que no puede ver, tocar o experimentar y pide, continuamente, pruebas para creen en algo, era necesario un sistema que incluyera demostraciones, experimentos, los cuales impactarán y convencieran. Tal sistema resultaría completamente inútil e inadecuado en Asia, donde los principios espirituales existentes informan normalmente sobre la vida de "Ultratumba" (el Más Allá), además de que allí practican mucho la meditación, desarrollan facultades y pueden percibir, comprobar las cosas por sí mismos.
El espiritismo resultó algo novedoso e impactante, cambió muchas conciencias, despertó a la gente de ese pesar limitado y estrecho, tan materialista. La forma escogida, aunque peligrosa, proporcionó las "pruebas" requeridas, experimentos y demostraciones que podían convencer, sobre la existencia real del "Más Allá" y que todo no termina con la muerte.
"Como es Abajo, es Arriba". Si aquí existe la comunicación, también la hay en los Planos Superiores con respecto a los inferiores, incluyendo al Plano Astral con el que el Espiritismo hace contacto. La comunicación siempre ha existido; sólo faltaba la demostración, real, palpable, de ella a un nivel para todos comprensible
Los llamados "muertos" o "difuntos" que son los vivos del Plano Astral, se prestaron para el experimento y comenzaron a hablar de un instrumento (persona llamada "médium", debidamente preparada y entrenada). Este médium actuaba como vehículo transmisor y en una forma parecida a un radio, un grabador, una pluma, una máquina de escribir, instrumentos utilizados con un fin determinado. Los contactos con el Mundo Astral, reales y verídicos, aportaron la prueba convincente que se precisaba. Esto dio luz a las conciencias, elevó el nivel espiritual de muchos y amplió horizontes mentales, por lo cual el Espiritismo triunfó plenamente y realizó su objetivo: Demostrar la continuidad de la Vida en otros planos.
Una vez cumplido su objetivo, el Espiritismo no tiene mucho más que dar en los tiempos actuales. No conviene la comunicación con el Astral Bajo, Plano generalmente más contactado y lo que llega del Astral Superior no resulta, tampoco, de gran luz: Alguna instrucción mediana y consejos parecidos a los que aquí se dan. Por el hecho de haber pasado de Plano, las personas no han mejorado gran cosa y siguen con sus mismos defectos, pasiones, carácter, etc. No conviene, tampoco, llamarlos o invocarlos, porque ellos tienen que subir en lugar de bajar y esto los perturba. Además, este tipo de comunicación expone a los integrantes de los grupos que no estén bien entrenados a muchos engaños y peligros.
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