lunes, 3 de mayo de 2010

CUADERNILLO 36 – Parte 2

LA MUERTE Y EL BARDO

Según los tibetanos el Bardo es el espacio comprendido entre la muerte y el renacimiento, o sea el espacio entre vidas.

En la historia del alma se repite constantemente y en forma rutinaria la muerte y el regreso a la vida física. Aunque algunas almas se resistan un poco a partir hay otros que no ven la hora de irse a descansar, y la mayoría no quiere saber nada de volver empezar.

Si nos cuesta tanto volver que a veces nos rebelamos contra nuestros guías cuando nos aconsejan y llega el momento de nacer, ¿por qué entonces tanto miedo, tanto dolor, tanta tragedia, cuando llega el momento ansiado por el alma de regresar por fin a los campos de beatitud, al estado de gracia, a ese mundo de luz y de amor? ¿Qué nos ha pasado? ¿Dónde, en qué lugar, en qué momento, perdimos la conciencia que teníamos de nuestro ser espiritual, de nuestra esencia, de nuestra verdadera condición de seres inmortales?

Vinimos a la vida física a aprender, a crecer y a evolucionar, para regresar más tarde a casa enriquecido con la experiencia adquirida. Pero resulta que en el afán de hacer más cómoda y placentera nuestra estadía aquí en la Tierra, nos hemos olvidado de la verdadera finalidad de nuestra presencia aquí. Nos hemos creído que éramos el cuerpo, cuando en realidad el cuerpo es la ropa que nos pusimos para ir a la escuela, y cuando llega el momento de partir, nos desgarramos las vestiduras por lo que creemos que vamos a perder, porque nos damos cuenta de que perdimos el tiempo o porque no tenemos la conciencia muy tranquila.

Estamos aquí, en la Tierra, para cumplir con un propósito. Venimos con un plan diagramado de antemano. Sabemos exactamente lo que tenemos que hacer y aprender Pero al poco tiempo nos olvidamos de nuestro objetivo. Así como un muchacho es enviado por su padre a un país lejano para estudiar, y cuando está lejos de su casa se olvida del estudio, seducido por las tentaciones de un país diferente, así nosotros nos olvidamos de nuestro Padre y nos deslumbramos como niños en un parque de diversiones.

Creemos que el objetivo es pasarla bien y queremos probar todos los juegos. Y queremos ganar todos los juegos que podamos y conseguir todos los premios que sea posible, y competimos y rivalizamos con los otros y con nuestros propios amigos y si podemos hacer trampa lo hacemos y ya lo único que nos importa es ganar cada vez más y más y acumular más cosas y tener más poder que los otros y sufrimos cuando no lo logramos.

Y así se nos pasa esta vida y cuando llega el momento de la muerte, el momento de regresar a casa y reunirnos con nuestro Padre, no queremos saber nada, y lloramos y pensamos que es un castigo, y que nuestro Padre es injusto porque nos obliga a dejar todos los amigos que hicimos y todas las cosas que ganamos. Sólo después de desprendernos del cuerpo, al mirar hacia atrás, nos damos cuenta de lo equivocados que estábamos, de lo tontos que fuimos al dejarnos encandilar por las luces de un parque de diversiones y de que todo eso no era nada más que una ilusión momentánea y pasajera. Y resulta que, por querer poseer esa ilusión, no aprendimos nada, no cumplimos con lo que nos habíamos comprometido y encima, en el afán de poseer más, engañamos, defraudamos, robamos y no nos importó el sufrimiento de los que se quedaron fueran de la feria de diversiones.

Ahora, tendremos que volver una vez más a la escuela de la Tierra. Y esta vez, no habrá parque de diversiones. Sin embargo, ya nos arreglaremos para no hacer lo que tenemos que hacer. Esta vuelta, la excusa será la lucha por la vida y el esfuerzo por alcanzar una posición social acomodada. Y una vez más llegaremos a la muerte con pánico y desolación. Y una vez más, cuando estemos del otro lado, nos daremos cuenta de que nos esquivamos otra vez, de que nos olvidamos otra vez. Y seguirá ocurriendo así, hasta que despertemos a nuestra conciencia espiritual y recuperemos ese conocimiento que está en nosotros mismos, en nuestra propia esencias. Necesitamos recuperar nuestra verdad. Y esto es lo que necesitamos. Salir del olvido y del sueño en el que estamos sumidos y entrar en el despertar.

La muerte no es ni un castigo ni una maldición. No hay vida y muerte. Sólo existe la vida, y la muerte es el punto medio de una larga vida. Una vida, que en un momento transcurre en el plano de la esencia, y en otro momento, transcurre en el plano de la manifestación física.

La muerte es un pasaje..Igual que el nacimiento. Uno es un pasaje de ida y el otro es un pasaje de vuelta. Hay una puerta de entrada y una de salida. Y de las dos, la más importante es la de la salida, porque es la hora de la verdad, la hora de rendir cuentas. La vida física es una escuela, y la muerte es el momento del examen final. El momento en el que no podemos ni mentir, ni inventar lo que no aprendimos. Es el momento en el que nos graduamos, o somos reprobado y enviado de vuelta a repetir la lección que no aprendimos.

¿Por qué entonces tanta tragedia cuando llega el momento más trascendental de nuestro paso por la vida física? Cuando estábamos allá en el espacio, la mayoría de nosotros no quería venir, y ahora que por fin llegó el momento de la liberación, no queremos retornar al lugar de donde no queríamos salir. ¿Cómo se entiende esto?

Se me ocurren dos razones fundamentales. Olvido e ignorancia. El olvido nos sume en la ignorancia, y la ignorancia nos lleva a la superstición y la superstición nos lleva a adjudicarle poder a cosas, creencias y personas que en realidad no tienen más poder que el que nosotros mismos les otorgamos.

Despreciamos y miramos despectivamente a pueblos más antiguos o primitivos, porque creen y se preparan para la vida más allá de la muerte, y no nos damos cuenta de que nuestra sociedad moderna y erudita se asienta sobre una cultura supersticiosa de miedo a la muerte. Como creemos que la muerte es un castigo, entonces, ese es el castigo máximo que se nos ocurrió para los criminales y también para los inocentes que piensan en forma diferente.

Ahora bien, cuando una persona es condenada a muerte, ¿a qué la estamos condenando? ¿Cuál es la consecuencia de este castigo en forma de muerte? ¿Es un castigo o una liberación? ¿Es un castigo para la persona condenada o para los familiares que se quedan sin su presencia? ¿Y qué es lo que le espera a quien dicta la sentencia y a quien la lleva a cabo?

Cuando comenzamos a penetrar en la historia íntima del alma y de su evolución a través de los distintos ciclos de vida, muerte y renacimiento, nos damos cuenta de que la muerte no es ni un castigo ni una tragedia. Lo verdaderamente trágico es la forma como nos conducimos ante la muerte y los despropósitos a los cuales somos arrastrados por la ignorancia y el olvido de lo que somos.

No somos el cuerpo. El cuerpo sólo es el instrumento que nos permite manifestarnos en el plano físico y obrar directamente sobre la materia, y la muerte es el abandono de este instrumento, cuando ya hemos cumplido con nuestro propósito aquí en la Tierra.

La muerte es el punto culminante, más sublime y trascendental en la vida de una persona. Es el momento en que el alma en evolución se reunirá con su Padre, llevando el aprendizaje realizado, el fruto de su esfuerzo aquí en la Tierra. Y resulta que, por miedo, ignorancia, olvido y superstición arruinamos ese momento.

Para un lama tibetano, toda la vida es una preparación para la muerte. La práctica espiritual constante, la meditación cotidiana, no tiene otro fin que experimentar la naturaleza esencial del espíritu, para reconocerla en el instante de la muerte. De cómo morimos, dependerá nuestra evolución posterior. Es imprescindible estar conscientes en ese momento, para poder perdonar, perdonarnos y desprendernos de todas las sensaciones, apegos, emociones y pensamientos que puedan arrastrarnos a un estado de existencia inferior.

Los pensamientos y sensaciones en el momento de la muerte pueden programarnos para una vida de sufrimiento y dolor. Un lama procurará liberarse de la necesidad de volver a encarnar. Esa liberación también es posible para cada uno de nosotros y si no lo logramos, al menos tendremos la posibilidad de renacer en condiciones que nos permitan desarrollarnos espiritualmente. De este modo, tal vez nos graduemos en la próxima muerte y obtengamos un pasaporte definitivo para ese mundo de luz.

Ahora bien. Para rendir un buen examen final y graduarnos en el momento de la muerte y obtener la liberación tan ansiada, es necesario respetar ese momento y hacer de él, el acto más sagrado de nuestra vida. Desafortunadamente, empecinados como estamos en derrotar a la muerte, enceguecidos por la soberbia de arrancarle unos días más a la vida, a un cuerpo que ya cumplió con su servicio, y acuciados por la culpa de no cumplir con nuestro deber si no agotamos todos los recursos de la ciencia, violamos impunemente el momento para el cual nos hemos preparado durante toda una vida. Y es en ese momento, cuando se instala la tragedia. "Lo trágico no es morir. Lo trágico es impedir que una persona pueda morir en paz, con dignidad, conscientemente y acompañado por sus seres queridos, para que cada uno tenga la oportunidad de despedirse"

Lo más difícil para una persona que se está muriendo, no es la muerte, sino la soledad, la incomprensión de los otros que no entienden lo que está viviendo y que la duerman, cuando necesita mantener su conciencia despierta.

Imagínense a un enfermo en condiciones clínicas irreversibles, internado en una unidad de cuidados intensivos. El sabe que se va a morir, pero su familia y los médicos no quieren que se muera. Y allí está él, entonces, en un mundo frío y desconocido, lejos de su casa, separado de los seres que ama, conectado a un respirador artificial, su cuerpo ensartado con tubos y catéteres, sondas por arriba y por abajo, electrodos, drogas extrañas circulando por su sangre y las manos atadas para evitar que se arranque todo lo que le insertaron. Su conciencia está obnubilada, su dignidad humillada y su pudor ultrajado. La familia no quiere que se vaya, y los profesionales se juegan su egolatría y su prestigio. Y mientras tanto, él está a punto de desprenderse de su cuerpo y de rendir su examen final. ¡Está a punto de ser llevado ante la Presencia Divina, tal vez obtenga su graduación y a nadie le interesa! Y aquí, no se puede solicitar postergación de la fecha de examen. Es ahora o ahora.

Desesperados por salvar el cuerpo, con el miedo a la culpa y el terror cultural a la muerte cargando sobre nuestras espaldas, nadie percibe la tragedia del alma, que se debate entre el dolor y la congoja de sus familiares, el sufrimiento de su cuerpo atormentado, sus propios miedos y culpas no resueltos y su esperanza de lograr, por fin, la paz y la liberación de sus ataduras carnales.

Se debe hacer todo lo posible para evitar y alejar la muerte de un individuo que tiene todavía, teóricamente, muchos meses o años para vivir. Pero si se sabe que la muerte es ineluctable, la actitud debe ser diferente. Cuando la vida ha terminado, se debe facilitar el pasaje al otro lado del río. Y es allí, en ese punto, donde fallamos. Nacidos y educados en la cultura de la negación y el miedo a la muerte, sélo vemos en ella una enfermedad más, un enemigo a derrotar y no podemos aceptarla e integrarla como un hecho natural y cotidiano de nuestra vida. Nos falta familiaridad con la muerte. Necesitamos aceptarla como un hecho natural, como el resultado lógico de nuestra experiencia aquí en la Tierra, para poder encontrar el punto de equilibrio que nos permita actuar con sabiduría y ecuanimidad.

Un médico con experiencia sabe en qué momento una enfermedad o una condición clínica determinada es irreversible. Sabe que, a partir de ese instante, todo lo que haga será inútil y sólo conseguirá diferir lo que ya es inevitable. Pero en nuestra cultura, el moribundo es visto como un fracaso en el mandato que tienen los profesionales.

Todo podría ser distinto, si aceptásemos, emocionalmente, la realidad de la muerte. Si comprendiéramos que la muerte no es un enemigo a derrotar, sino que se trata del momento culminante de nuestra vida. Es el cierre de la experiencia que se abrió con el nacimiento. Es necesario hacer de ese momento, un ritual, un acto sagrado. Es necesario rodearlo del cuidado y del amor que implica un acto de esa naturaleza. Entonces, todo será mucho más glorioso y ya no veremos los despropósitos a los cuales el miedo y la tecnología nos tienen acostumbrados.

Los maestros tibetanos insisten en que debemos prepararnos para la muerte ahora, mientras estamos en la vida. Pero, ¿qué significa prepararnos para la muerte? Nada más, ni nada menos, que tomar conciencia de nuestro propósito aquí en la vida física. Significa tomar conciencia de nuestra razón de ser y de existir. Significa acordar a nuestra vida cotidiana, una trascendencia mucho más valiosa de lo que lo hacemos habitualmente. Cada acto de nuestra vida puede constituirse en una oportunidad que nos aleje de nuestra negatividad y nos acerque un poco más hacia nuestra propia condición divina.

Meditar sobre la muerte significa tener más conciencia, aquí y ahora. Significa estar conscientes de que estamos aquí trabajando con nuestras falencias y debilidades, realizando nuestro aprendizaje, resolviendo conflictos del pasado y construyendo los peldaños que usaremos en nuestro futuro.

Cada uno de nosotros está realizando su aprendizaje. Tal vez, no sepamos cuál es la lección que estamos tratando de aprender. Pero aún así, lo estamos haciendo. El tomar conciencia de nuestra lección de vida, sencillamente, nos ayudará a que la tarea sea más fácil y efectiva. Por duras o difíciles que sean las circunstancias que nos toquen vivir, es necesario aceptarlas como parte de nuestro aprendizaje. En la aceptación, se evidencia la madurez del espíritu. No somos producto de las circunstancias, las circunstancias están ahí, para que podamos realizar nuestro aprendizaje. Del espíritu con que las abordemos, dependerá si pasamos o no la prueba.

No vinimos aquí a divertirnos. Vinimos a estudiar. Y al terminar nuestra experiencia en esta vida, nos espera el examen final Y así como el alumno que va a la escuela se prepara durante todo el año para el examen de fin de curso, así debemos prepararnos nosotros, para ese examen que es la muerte. Y esa preparación nos llevará toda la vida. Y, al igual que el alumno estudioso no siente temor porque sabe que se ha preparado a conciencia, así nos sentiremos nosotros, cuando lleguemos al momento de nuestra muerte. El miedo sólo lo experimentarán los alumnos que dilapidaron su tiempo, creyendo que eran más pícaros, porque se divertían mientras los otros estudiaban.

Necesitamos una práctica espiritual constante a lo largo de esta vida, para abordar la muerte y el espacio entre vidas en las mejores condiciones. A través de la meditación, de la práctica espiritual, podemos purificarnos, podemos desprendernos de nuestros apegos y reconocer la verdadera naturaleza de nuestro espíritu. Si no lo hacemos, cuando llegue el momento de la muerte, la fuerza del karma nos arrastrará, sin que tengamos ninguna posibilidad de elección.

Necesitamos hacer de la muerte un ejercicio espiritual. Si estamos listos, la muerte nos liberará de la prisión que es este mundo de aprendizaje y sufrimiento. Es importante conocer el proceso de la muerte. Es como conocer la hoja de ruta con todas sus señales. Ahora, a través de las experiencias que vivimos podemos tener una idea más precisa de la muerte en sí y del camino a recorrer, una vez que dejamos el cuerpo.

Para quien muere sin preparación espiritual, la angustia y el sufrimiento son inevitables. Esta angustia se origina, en su mayor parte, en nuestra ignorancia y apego a la vida material.

En el momento de la muerte, podemos alcanzar la liberación. Si fracasamos, es porque no nos liberamos y si no nos liberamos, es porque nos apegamos a viejos hábitos que se convertirán en el núcleo de nuestra próxima vida. Nuestra vida futura estará desde ya condicionada por esos hábitos. Cuanto más nos liberemos de esas actitudes, mayor será nuestra libertad de acción pudiendo acceder entonces a un renacimiento mejor. La muerte nos da la oportunidad de acceder a una condición de existencia infinitamente mejor que aquella que conocemos hasta ahora.

El punto decisivo es cómo morimos y, para eso, el estado del espíritu en el momento de la muerte es de fundamental importancia. Es esencial que el espíritu no sea distraído ni perturbado. Es la ocasión para el perdón, la puesta en orden de los asuntos no cumplidos y, por sobre todo, el abandono del apego. Es esencial mantener la conciencia lúcida en el momento de la muerte. Si la conciencia se interrumpe, se borra la memoria y entramos en otra dimensión sin una referencia conocida. Y para mantener la conciencia lúcida es requisito imprescindible que tanto los médicos como los familiares acepten la muerte como el desarrollo natural de los acontecimientos, sin intentar salvataje en el último momento.

Es habitual que, cuando una persona llega a la muerte con mucho dolor y sufrimiento, se le apliquen sedantes para que no sufra y para que no se dé cuenta de lo que está pasando. ¡Justamente! ¡Necesitamos todo lo contrario! Está bien calmar el dolor. Pero una cosa es aliviar el dolor y otra cosa es borrar la conciencia. Necesitamos darnos cuenta, paso a paso, de todo lo que está aconteciendo y, entonces, haremos nuestra transición, como si fuera un ejercicio de meditación. Tomaremos una inspiración profundas y, al exhalar, nos dejaremos ir, como si fuéramos un globo que se suelta en el aire.

Todo lo que necesitamos es familiaridad y aceptación de la muerte como un hecho natural. Vivir la muerte como un rito de pasaje. y todos podemos hacerlo. Para un practicante, el momento de la muerte es el punto culminante de su vida espiritual. Es el momento para el cual se preparó toda su vida. Es suficiente con hacer de la meditación, una práctica cotidiana y tomar así conciencia de nuestra esencia espiritual. Es salir de la letargia y del olvido y entrar en el despertar.

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EL ÁRBOL DE LA VIDA

Esta es una publicación gratuita de los alumnos en Argentina del Maestro de Meditación Sahu Afi Merek.

El siguiente contenido es extracto de sus enseñanzas, impartidas durante 28 años por el Maestro para el enriquecimiento de nuestra mente y espíritu.

¿Qué hago con mi soledad?

La soledad siempre duele, y ese dolor provoca sentimientos contrapuestos. Veamos por ejemplo tres situaciones raíz, dentro de las posibilidades más, comunes que la soledad nos ofrece para poder estudiarla y resolverla.

1) Tenemos, en primera instancia, a la persona con una firme voluntad de superar este sufrimiento, buscando en todas las opciones de encuentro y relacionamiento posibles una solución concreta que le permita salir de ese estado, sea esta orientada al amor, a la amistad o a ambos. En donde todos los que llegan son incorporados como amigos o potenciales amores, siendo en definitiva, la vía rápida para darle un equivocado valor a cada uno de estos recién llegados.

2) Hace poco tiempo vino a verme una mujer joven que deseaba modificar una conducta que le preocupaba muchísimo. Ella se estaba encerrando cada vez más en si misma y me decía: %o estoy pudiendo salir. Me estoy acostumbrando a la soledad y convivo día a día con el miedo de abrirme a gente nueva, porque no quiero que me dañen más. He dado tanto en mi vida sin esperar recibir, que cuando necesité y me devolvieron, no recibí ni siquiera una pequeña parte de lo que había entregado. Y esto me ha provocado muchísimo sufrimiento, ya no quiero que me usen más"

3) Se nos presenta una tercera opción, la situación en dónde muchas personas se sienten terriblemente solas, siendo que, paradójicamente y al mismo tiempo, están rodeadas de familia, novio, esposa, hijos, amigos, etc., pensando: "¿Cómo puede ser que me sienta tan solo en algunos momentos, siendo que estoy rodeado de tanta gente y supuestamente también de su afecto? ¿Cómo todo esto no me llena, no me llega y me hace sentir así?"

Obviamente, la soledad es un hecho, se manifiesta en sensaciones internas y abarca la mente y el corazón causando dolor y angustia a ambos.

¿Qué hacer? ¿Cómo transformar esa energía negativa en un motor positivo de cambio?

Dentro de las tres opciones mayoritarias que encontramos en este gran capítulo de la vida llamado soledad, la opción del primer ítem contiene una parte de buen y sano impulso, pero la conforma otra parte de angustiante desenfreno motivado por el miedo a experimentar el frío de la soledad. Y esto lleva a quien así hace y siente, a correr muchos riesgos dentro de esas nuevas relaciones. Primero de todo le abre las puertas de su vida al primero o primeros que aparecen, lo cual le lleva a tener que soportar formas de ser que no comparte, y situaciones que llegan a veces hasta a ser desagradables, pero las tolera pagando un precio carísimo con tal de estar en compañía. Ni hablar de cuando actúa en base a: "Hago lo que los demás me dicen que haga, porque si no, es posible que se enojen y me abandonen".

Estas situaciones llevan irremediablemente a la desvalorización de la persona, donde se pierden los valores propios al incorporar obligatoriamente valores ajenos, con los que comienza a regir su vida, convirtiéndose en una esclava de quienes le rodean. Y a su correspondiente despersonalización, que representa la pérdida de la personalidad al dejar de tomar decisiones propias, ya que otros lo hacen, dejando así en manos ajenas el destino y la vida.

La segunda opción nos habla de una persona en donde el miedo a que la usen, la defrauden y sometan es mucho más agudo y obsesivo, ya que le provoca angustias y las depresiones son muy fuertes y continuas. Ya que su pensamiento es doble, ambivalente, una parte sí quiere relacionarse, pero la otra se niega rotundamente a exponerse nuevamente al fracaso del amor o la amistad. Y en estos casos de fuerte obsesión motivada por el miedo, casi siempre gana "La que ya no quiere", y las ganas de estar en soledad se transforman en un escudo mentiroso "En contra de los que me han fallado y desilusionado, por eso yo no me entrego más a nadie". Pero la experiencia nos enseña que a pesar de ese escudo autodestructivo, el dolor por la soledad es mucho más terrible aún y crece y crece más cada vez.

Y en la tercera opción, nos encontramos con esta soledad en compañía, donde la personalidad de quien así se siente experimenta sensaciones de vacío constantes, y cree que a los demás no les interesa lo que le pase a ella o a él (lo que en algunos casos es cierto). Entonces, nos hallamos frente a arranques de agresividad ocasionados por no poder definir en forma clara que le sucede, y le cuesta mucho llenar ese gran vacío que siente, cargando sus pensamientos de incontable cantidad de porqués, frente a los cuales, casi a ninguno encuentra la respuesta que necesita. Aquí el dolor es muy fuerte y tiene una antigüedad histórica en la vida de quien esto sufre que puede datarse en muchos años, originándose posiblemente en la niñez o en la adolescencia.

¿Cómo poder salir, pues, de este abrazo gélido y asfixiante que es la soledad, frente a, cómo dijimos antes, estas tres opciones que son multitud en la mente de mujeres y hombres?

Tenemos claro que las personas que así sienten entran al mundo de la soledad en base a una imposición. Están obligados a vivirla, ya sea porque ellos quieren salirse de ésta y no pueden, porque se les impone o porque caen una y otra vez en el aislamiento, por causa de regalar al mejor postor sus dones y valores, saliendo lastimados de esta puja. Comencemos actuando en pensamiento, mirando hacia quienes nos rodean, si se nos han impuesto, si no sentimos lo que nos dan o dicen que nos dan porque no es suficiente, o porque frente a lo que recibimos, esperamos mucho más, y si los volveríamos a elegir.

Es importante que cada ser comprenda que vale muchísimo y que cuando permite la entrada a su corazón a gente nueva, lo debe hacer en el entendido de que la relación se basa en un enriqueci­miento mutuo, y en donde desde el Yo en soledad, cada uno debe acercarse pagando en actitudes y palabras lo que vale, o sea, mucho. Cuando la soledad nos controla, la mejor estrategia es hacer un hueco en el dolor que nos provoca, decretar en nuestra vida el cero absoluto, la soledad sabiamente elegida, para, en ese espacio planificar sin pasiones, ni locuras nuestra estrategia. Orientada ésta a lograr la compañía en el amor, en la amistad, sabiendo que le hemos quitado el poder al dolor, estructurándonos con valores de orden, para que nos permita ver que cada decisión que estamos tomando no nos está destruyendo.

Y si una vez que gritamos hacia los que están afuera a través de ese hueco, realmente nos quieren, seguramente nos van a comprender y podremos entonces celebrar ese maravilloso enriquecimiento del cual hablé antes. Quien no esté dispuesto a pagar por ti lo que vales, no te sirve ni se sirve a sí mismo, porque quiere decir que él desconoce su valor, y por creer que vale poco, te va a tratar a ti de la misma forma que él se trata.

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EL TEMPLO INTERIOR - TÉCNICA DE VISUALIZACIÓN

Es una técnica muy antigua a través de la cual conseguimos aquello que nos proponemos o deseamos.

Lo primero que debes realizar es una profunda relajación, así que tómate todo el tiempo que necesites para ello. Se trata de que al final llegues a un punto en el que casi te quedes dormido. Recuerda que para ello es muy importante hacer una respiración adecuada.

La visualización consta de lo siguiente:

Una vez totalmente relajado, visualiza un camino de tierra que va en línea recta. Si quieres y dominas bien la imaginación, también puedes ponerle un bonito paisaje a ese camino.

Cuando lo tengas ya en la mente, visualiza como comienzas a avanzar a través de él. Sabes que ese camino te llevará a tu templo interior, un lugar mágico donde haces que todos tus deseos se hagan realidad. Así que sigue andando hasta que llegues a él.

El templo interior no es una imagen prefijada sino una imagen que tu formarás porque es algo totalmente personal. Puede ser del tipo que sea, con los colores que prefieras y el tamaño que a tí te parezca. Sea como sea, lo que importa es que lo visualices totalmente, así que tómate bastante tiempo para descubrir cómo es tu templo interior.

Una vez que lo hayas visto, entra dentro y repite el proceso de observación de cómo es. Fíjate hasta en el último rincón.

Luego avanza por su interior, por donde tú consideres hasta llegar a una fuente mágica.

En este caso, al igual que con el templo, tú decides cómo es esa fuente mágica. El único requisito es que tenga agua cristalina y en calma, donde te puedas ver reflejado.

Sitúate delante de la fuente cuando ya la hayas observado y visualiza reflejado en el agua tu deseo. Puede que sea una imagen, una palabra o un símbolo; pero sea lo que sea lo que quieres reflejar en la fuente ha de ser algo muy concreto y que tengas muy claro. Después pon todo tu poder de concentración y confianza en lo que estás visualizando en la fuente, y cuando consideres que ya has impreso la energía necesaria para que se cumpla, sal del templo y regresa por el camino que llegaste a él.

Cuando estés en el punto de partida, abre los ojos y dí: "YA ESTA HECHO".

No tardarás en obtener resultados siempre y cuando no dudes ni te sientas inseguro al respecto.

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FORMULAS PARA ARMONIZAR LA SALUD

La Cábala puede utilizarse para mejorar el estado general del organismo a través de un método muy sencillo, pero que debe aplicarse con sumo cuidado. El poder de las sefirot es tan grande que puede invocarse y aplicarse como complemento de las indicaciones y recomendaciones del médico. Las enfermedades, muchas veces, no son más que la expresión visible de los desequilibrios energéticos que se producen los planos emocional y espiritual. La idea es utilizar el poder específico que se despierta al trabajar con cada sefirá para armonizar nuestra salud.

EL CUERPO Y LAS ENERGÍAS DE LAS SEFIROT

Cuando comiences a trabajar y contactarte con tus diferentes niveles de conciencia, seguramente advertirás que cada uno de ellos domina una parte determinada de tu ser físico o emocional.

Una forma de conocer las correspondencias físicas es a través de la asociación astrológica de ciertas partes del cuerpo físico con los planetas. Por eso, si conoces qué nivel de conciencia te conecta a la energía relacionada con el planeta y su correspondiente energía en el cuerpo físico, puedes activar ese nivel para asistir y acelerar la curación. Si una zona particular del cuerpo está desequilibrada, puedes devolverle la armonía contactándote con el nivel de conciencia correspondiente.

Si hay un problema en el área del corazón y de los pulmones, por ejemplo, puede estar indicando una influencia o desequilibrio del. Sol o la Luna. El Sol rige el corazón y los pulmones, y la Luna gobierna los pulmones y el estómago. En ese caso, puedes conectarte con aquellas energías de tu Árbol de la Vida que están reflejadas en el Sol o la Luna. Para el Sol, conéctate con Tiferet, para la Luna, con Yesod.

Utiliza el siguiente cuadro 'de correspondencias para ubicar cuál de los niveles de conciencia te abre las puertas de la sanación a cada uno de los males que pueden afectar el cuerpo físico y emocional:

MALKUTH (Tierra): Donde todas las enfermedades se manifiestan.

YESOD (Luna): Pechos, pulmones, ovarios, estómago, menstruación, todas las enfermedades psicosomáticas.

HOD) (Mercurio): Sistema nervioso, manos, cuerdas vocales, tiroides, respiración, plexo solar, problemas mentales.

NETZACH (Venus): Atractivo físico, pelo, piel, riñones, sistema reproductivo, timo, esqueleto.

TIFERET (Sol): Corazón, espalda, presión arterial, circulación, columna vertebral.

GEBURAH (Marte): Glóbulos rojos (anemia), vías respiratorias, sistema muscular, glándulas suprarrenales, temperatura.

CHESED (Júpiter): hígado, caderas, muslos, intestinos, nutrición celular, formación de hemoglobina.

BINAN (Saturno: Piel, huesos, articulaciones, dentadura, audición, tendones, vías respiratorias (congestiones)

CHOKMAH (Urano): Lado izquierdo del rostro, hemisferio del equilibrio, glándula pituitaria.

KETHER (Neptuno): Cráneo, chacra coronario.

Procedimiento de sanación paso a paso:

1) En primer lugar debes armonizar la habitación donde trabajarás, con velas e incienso y música relajante. Prefiere los colores asociados al nivel de conciencia que desees invocar; por ejemplo, si pretendes ¡invocar a Binah, encenderás velas de color negro. Pero ésta no es una regla imprescindible.

2) Al principio será conveniente que prepares el cuerpo, la mente y el aura realizando el ejercicio del Pilar Medio o el de la Cruz Cabalística. Cuando estés entrenada en lograr rápidamente un estado definido de conciencia, bastará un ejercicio más breve de concentración, ya sea a través de la respiración aquietante (recuerda siempre exhalar hasta el final todo el aire a través de la nariz y dejar que nuevamente el aire entre por ella, e infla tu abdomen suavemente sin forzar hasta que una nueva exhalación sea necesaria) o simplemente los ojos y focalizando en el tercer ojo.

3) Cuando hayas logrado un estado de relajación absoluta y te encuentres completamente energizado y receptivo, de modo que te hayas convertido en un canal energético -un medio a través del cual todas las energías pueden manifestarse-, estarás lista para proceder a la tarea de realizar una sanación.

4) Concéntrate en la sefirá que corresponda a la zona afectada y repite el nombre de la fuerza de Dios correspondiente; visualiza su color, su energía poderosa, mientras emana de la zona del cuerpo donde esté localizada y se distribuye desde allí hacia el resto del aura.

5) Invoca al Arcángel y a las fuerzas angélicas que trabajan en ese nivel para pedirles protección y que limpien la zona de cualquier desequilibrio energético, que puede estar provocando la enfermedad.

6) Pide al Arcángel correspondiente a ese nivel, que te responda cuál es la causa del problema y que te señale el camino para corregirla en el plano físico.

7) Al hablar con el Arcángel, permítele que te ayude a descubrir cuáles son las emociones que has permitido que te afecten, o al enfermo en cuestión, y que han provocado la manifestación física del malestar o la enfermedad. Cuando la respuesta aparezca no la discutas, acéptala aunque en ese momento no puedas ver la relación que hay entre ella y la enfermedad. La explicación racional llegará más adelante, seguramente cuando ya no la necesites.

8) Permite que la energía de ese nivel restablezca el equilibrio de la zona afectada. Para esto tienes dos caminos:

a) Uno es seguir tu intuición para realizar las prácticas que te puedan ayudar en ese momento: colocar la mano para dar calor a la zona afectada o realizar un masaje descontracturante. Visualiza la luz de la sefirá creciendo en intensidad hasta enceguecerte. Vela, siéntela, imagínala quemando los sentimientos negativos que han congestionado la zona. Percibe como la energía de la luz inunda el área afectada, llenándolo con la energía curativa. En caso de realizar la sanación a otra persona, visualiza lo mismo sobre la imagen de ella. Siente el alivio que llega al armonizar su cuerpo y restablecer el equilibrio de las energías.

b) El segundo modo de hacerlo es solicitar al Arcángel que provea la energía curativa. Hazlo con firmeza y convicción. Visualiza a este enfermo Ser de Luz llegado hacia ti -o la persona a sanar-, tocándote y bendiciéndote. Siéntete envuelta en un abrazo de amor y fuerza que fluye incondicional y libremente hacia a través tuyo, para restablecer su equilibrio y devolverte la salud. Agradece al maravilloso ser la ayuda que te ha proporcionado.

9) Recuerda que ninguno de estos procedimientos debe realizarse para suplantar la asistencia médica profesional ni los métodos terapéuticos apropiados. Lo que has hecho es aceptar la responsabilidad que te cabe por tu salud y bienestar; esto significa reparar en que si una enfermedad se ha manifestado, es porque has creado y concentrado la energía que le 'permitió manifestarse. Y si la creaste, también puedes modificarla, trabajarla, manipularla.

En tu interior hay enormes poderes para hacer que la salud circule libremente. Cuando puedas reconocerlo, habrás dado un paso enorme en el proceso de sanación.

SEFIRA ARCANGEL COLOR

Malkuth Sandolfon Vela amarilla, oliva, bordó o negra.

Yesod Gabriel Vela violeta

Llod Miguel Vela anaranjada

Netzach Haniel Vela verde

Tiferet Rafael Vela amarilla

Geburah Kamael Vela roja

Chesed Tzadkiel Vela azul

Binah Tzaphkiel Vela negra

Chokmah Raziel Vela gris

Kettier Metatron Vela blanca

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Continuará.....

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