martes, 13 de abril de 2010

Cuadernillo N° 26 – Parte 1 - LAS VIRTUDES DEL ESTUDIANTE

1) SER PACIENTE

Sabe que en la Naturaleza hay un tiempo preciso, dictado por las Leyes Cósmicas, para todo; hay un tiempo para concebir, un tiempo para nacer, un tiempo para crecer, un tiempo para recoger los frutos, y un tiempo para morir, y volver a nacer de nuevo.

La principal victoria que puede conseguir es la conquista de su propio YO. Ajustando su YO a la Ley Universal, aprende que debe crear, actuar y ser paciente para recibir los frutos de su creación.

El estudiante sabe que no todos están en armonía, y comprende que la aparente maldad de algunos es solamente IGNORANCIA, por ello aprende a ser tolerante, pero no permisivo, y sabe ajustarse a los demás para que la Ley se cumpla en beneficio de todos.

El estudiante sabe que todo lo que se manifiesta en el Universo, y en su vida, es el resultado de la justa ley de compensación, o Ley del Karma y, lejos de impacientarse, busca en la tranquilidad las causas que han generado cualquier tipo de efectos, positivos o negativos, con el fin de ajustarse a la armonía universal.

Un verdadero estudiante, cuando es ofendido o cuando se le ataca injustamente, procura no ser vencido por la agresión que se le hace sino que se dispone a vencer, perdonando y comprendiendo, con la paciencia y la grandeza del Alma.

2) SER BONDADOSO

Su misión es la de derramar Luz allí donde no la haya, por ello siempre tratará con amabilidad y corrección, procurando transmitir las grandes verdades de las que es poseedor a aquellos que la necesitan.

Procurará hacer el bien en todo momento y transmitirá el bien la paz y el contento (en la medida de sus fuerzas) a aquellos que lo necesitan.

Alejará de sí la tentación de dañar, lo que puede hacer por su superior conocimiento, a aquellos que, por su ignorancia, le han causado mal y dolor, manteniendo siempre su dignidad por encima de todo.

El bien que derrama con su sola presencia es como un bálsamo para quienes lo necesitan. Nunca se permite una mirada de desprecio hacia el ignorante malévolo, actúa de manera amable y bondadosa con todos y está siempre dispuesto a ayudar a quienes lo necesitan.

Aunque internamente es diferente a la mayoría que lo rodea, trata siempre de armonizarse con ellos, en forma decorosa, y, por ello, es una persona que siempre es bien recibida por el rico como por el pobre. Todos buscarán su compañía, no como un entretenimiento, sino como un refugio de bondad que sólo una persona excepcional puede brindar.

3) NO CONOCE LA ENVIDIA

Sabe que cada uno recibe según sus merecimientos, y siempre lo mejor para la propia evolución.

El verdadero estudiante tiene una comprensión muy amplia de su vida, conoce el porqué de las diferentes circunstancias por las que pasa, y sabe que la suerte no existe, que lo que cada uno vive, y recibe en su vivencia, es el resultado de la justa ley del Karma.

Aprende, no solo en teoría sino en la práctica, que lo que posee y lo que recibe es para su Bien Mayor, y que las circunstancias favorables o adversas son oportunidades para aprender a convertirse en el Maestro de su propia vida.

Nunca lamenta las ventajas o las riquezas de los demás, siempre desea lo mejor para los otros.

Sabe que, utilizando su conocimiento, puede conseguir lo que desee, aquello que necesite, que no es mejor ni peor que lo que otro tiene, sino lo que más le es necesario.

El estudiante, en vez de dejarse vencer por el desaliento y la mentarse de su mala suerte, envidiando lo que otros poseen, toma las dificultades como un impulso que le permite mejorar continuamente en su vida, ayudando a otros a que mejoren también la suya.

4) NO ES ORGULLOSO

El verdadero estudiante sabe que todas las cosas ocupan un lugar preciso en la Creación y que no hay nada mejor ni peor, ni mayor ni menor, ni más importante, ni menos importante.

Sabe que todo, y que todos son necesarios, y que el Orden y la Armonía Universal no podrían existir sin que cada parte ajuste perfectamente en el lugar que le corresponde.

No se deja engañar por las apariencias sociales que dicen que un potentado, o un ingeniero, o un médico, son más importantes que un basurero.

Sabe que cada uno cumple una función y que nadie puede subsistir sin la colaboración de los demás. Las categorías sociales, las castas, y las clases son solamente invenciones de los humanos que no sabiendo ser mejores de otra manera pretenden sobresalir sobre los demás.

El estudiante sabe que su conocimiento le hace "diferente" a los demás, pero ese mismo conocimiento es patrimonio, como una herencia sagrada, de toda la Humanidad, y que lo que él, o ella, sabe puede llegar a ser conocido por otros.

Lejos de enorgullecerse, sabe estar en el lugar que le corresponde y aprecia a los demás por lo que realmente son y no por cómo les han clasificado.

El estudiante es sobre todo un ser digno, consciente de su propia valía y de la de los demás.

5) NO ES VANIDOSO

El verdadero estudiante aprende a conocerse a sí mismo. Descubre que es parte del Universo, ni mayor ni menor que otros porque ¿Qué es una pequeña parte ante la infinitud?

Aprende que tiene virtudes y conocimientos pero que siempre tendrá cosas que aprender ya que la verdad absoluta, y la bondad y perfección absolutas, solo las posee Dios.

Sabe que está en un sendero de perfección, que algunos le han sobrepasado, y que otros le alcanzarán, por la ley natural de la evolución.

Aprende a ACEPTARSE A SI MISMO, lo que le proporcionará la Paz y, por consiguiente, también acepta a los demás tal cual son. Los aplausos y los clamores nada significan para él, y sabe permanecer en la calma y el silencio de un Alma que se conoce, que comprende y que, lejos de envanecerle en la contemplación paralizante de unas supuestas virtudes o ventajas, da gracias por ser un hermano entre sus hermanos.

6) NO ES DESORDENADO

Conoce que la Ley Cósmica está establecida con perfección, equilibrio, orden y jerarquía. De acuerdo con esos principios procura ajustarse al Orden Universal cumpliendo fielmente su trabajo y misión, siendo un reflejo, en el mundo material, de lo que es la Ley en el plano espiritual.

7) NO ES AMBICIOSO

Sabe muy bien que el concepto de la propiedad es puramente humano y que sólo Dios es el dueño de todas las cosas.

Comprende, y así lo siente en su corazón, que todo aquello que posea, en su efímero paso por la existencia terrenal, le es concedido para que lo administre en el nombre del Cósmico, y para que le sirva en la misión de su vida.

No tiene por qué carecer de nada que le sea necesario, siempre de la mejor calidad, ya que, al conocer los principios más elevados de la Naturaleza, puede canalizarlos para gozar de aquello que necesita; pero, aunque posee el conocimiento que le hace dueño de la existencia y de sus circunstancias, no ambiciona nada que no le sea necesario y que incluso puede entorpecerle en su camino de elevación

El verdadero estudiante sabe proporcionarse aquello que le corresponde justa y legítimamente, pero no dedica un esfuerzo desmedido en la consecución de tesoros materiales, excepto que fuesen necesarios para su misión de Bondad y Luz, que habrán de quedar en la tierra cuando, por Ley Natural, él deba abandonarla en el momento de su fallecimiento.

Pone su interés en hacer felices a los demás, y en ello halla su felicidad, por lo que no atesora para él en forma egoísta; lo que tiene, y lo que consigue, lo emplea, según su mejor saber y entendimiento, para el bien común.

8) NO SE IRRITA

Es natural que, al ser el estudiante alguien que se dedica a hacer el bien, y a emplear su sabiduría en beneficio de todos, no sea comprendido, incluso puede ser odiado, por aquellos que dedican sus esfuerzos a la consecución de sus pasiones e instintos egoístas.

En razón de esto, las mentes egoístas harán todo lo posible para que no pueda seguir con su trabajo de bondad y desprendimiento. Será mal interpretado, vilipendiado y ridiculizado.

A pesar de ello, tal proceder no podrá irritar la mente en paz de un verdadero estudiante quien, pese a todo, continuará con su labor en armonía con su Alma y con el Cosmos.

Ni la presión del mundo entero le harán desistir de su empeño de pensar, sentir, y hacer aquello que es justo y noble; y persistirá en su tarea y misión porque es capaz de elevar su mirada a las alturas espirituales y, extrayendo fuerzas de ellas, manifestará la armonía de la Ley Cósmica.

9) NO PIENSA MAL DE OTROS

El verdadero estudiante sabe, como lo indica el estudio, que todo se percibe en el interior y lo interpretamos de acuerdo a nuestros esquemas mentales. Aquello que vemos fuera de nosotros no es más que una proyección de nosotros mismos.

Cuando vemos la belleza que nos rodea, y así lo reconocemos, estamos reconociendo nuestra propia belleza interior. Cuando vemos la fealdad y la mentira en otros, estamos proyectando en ellos nuestras propias imperfecciones.

De la misma manera que el estudiante aprende a conocer, y a aceptarse a sí mismo, también aprende a conocer, a aceptar y a tolerar fraternalmente a todos los demás, tal y como son, no como nosotros quisiéramos que fueran.

10) AMA LA JUSTICIA

Conoce el verdadero significado de lo que es la Ley, y lo que es la Justicia y, por ello, sabe ajustarse a la Ley Cósmica de la que tiene consciencia plena que recibirá la más justa compensación.

Sabe que la ley humana, y la aplicación de la misma, son cambiantes; que incluso pueden ser burladas con astucia, engaños o intereses, pero que la Ley Cósmica es eterna y justa y nada, ni nadie, puede burlarla ni escapar a su compensación o recompensa.

Confía plenamente en la Justicia Kármica y actúa de acuerdo a ella, en forma activa y enérgica, no importándole que los hombres no le comprendan o que, incluso, por amor a la Justicia de Dios, su nombre pueda ser puesto en entredicho.

Al final la verdad resplandecerá y, tal y como hizo el gran Maestro Cagliostro, cumplirá con su deber espiritual aunque se le pueda tratar de impostor, y se intente manchar su nombre.

El estudiante se defiende, pero nunca juzga, porque sabe que la defensa es un derecho legítimo, y el juicio corresponde al Cósmico quien conoce los verdaderos pensamientos, intenciones, y actos, así como las circunstancias kármicas de los seres humanos.

El estudiante nunca se complace en escuchar maledicencias ni cosas sórdidas de los demás.

Se pone por encima de las limitaciones de otros y, consciente de su propia debilidad humana, lo que le convierte en grande, nunca trata de aparecer ante los otros como un sabio que tiene derecho a censurar a los demás.

En sus relaciones con otros está más preocupado de conocer las necesidades que puedan tener, para ayudarles, que sus miserias para juzgarles, conduciéndose, en todo momento, de acuerdo con el ideal de justicia con el que se armoniza.

11) AMA LA VERDAD

Sabe que el Ser Humano sólo puede manifestar, en el plano material, una parte de la verdad, la que refleja su propia tonalidad particular, pero que, aún siendo limitada dicha verdad, forma parte de la Verdad Universal.

Sabe que la Verdad es un rayo de Luz que procede de la eterna fuente del bien, y por ello tiene el poder de transformar al Hombre en un Ser Divino.

La verdad es luminosa y, aunque a veces pueda parecernos, por nuestra ignorancia, amarga, disipa la oscuridad con su refulgente Luz.

La mentira es tenebrosa; pretende ocultar la realidad para encubrir oscuros fines, y su fuente es el reverso tenebroso opuesto a la Luz.

Quien vive en la verdad nada tiene que temer porque no tiene nada que deba ser ocultado a los ojos de los demás por temor al aprobio, o a la reprobación y castigo, pero quien vive en la mentira siempre estará temiendo que su indignidad pueda ser descubierta y, como consecuencia de ello, sufra la impugnación que su falta ha originado. La verdad nos da Paz; la mentira inquietud.

Por eso, consciente de que la Verdad es poderosa y benefactora, el estudiante amará la Verdad como la joya más preciada. La sabiduría se goza en la Verdad, y produce el bien. La ignorancia se refugia en la falsedad y en la calumnia productores del mal, que no es otra cosa, al fin y al cabo, que la ausencia del bien.

12) SABE GUARDAR SILENCIO

Conoce muy bien la Ley Cósmica que establece que para que algo se manifieste, primero debe ser concebido en el silencio de la mente. De la misma manera que el grano germina en el silencio y protección del surco antes de eclosionar, las grandes verdades y manifestaciones deben guardarse en el silencio interior antes de salir a la luz exterior.

Sabe que en el silencio se encuentra el poder, y en el bullicio se halla la dispersión y no hace alardes de sus adquisiciones materiales y espirituales, no deja que la fuerza se le vaya por la boca. Las más grandes bellezas espirituales le son reveladas en el silencio por el Ser Interior y, por consecuencia, no está dispuesto a que la Verdad, así revelada, pueda ser profanada por los indignos.

El verdadero estudiante sólo habla, y se revela a los demás tal cual es, cuando es necesario para producir el bien y para que la Verdad resplandezca.

13) CREE EN AQUELLO QUE CONOCE

Desde el principio de los estudios de este camino espiritual se nos indica que el Verdadero Estudiante "No cree ciegamente en nada, sólo en lo que sabe, y ello solamente si lo ha comprobado."

Esto quiere decir que debe despojarse de las creencias, a veces sin fundamento, que le han sido enseñadas desde la niñez, para que su vida no se fundamente en pilares vanos y sin sentido.

Tiene que aprender cuáles son las Leyes de la Naturaleza, en cualquier plano de manifestación y, comprendiendo su efecto y valor, ponga su confianza en ellas.

Cree, porque así lo comprende, en la inmutabilidad y perfección de la Ley Eterna, que ha sido creada para el bien por Dios, Padre y Madre de todas las cosas.

Sabe que absolutamente todo tiene una causa, y que ésta genera los efectos. Conoce el poder de la Verdad y del Bien Supremo y, armonizándose con ellos, se convierte en un cooperador de las fuerzas naturales.

Pone su confianza en los Principios Divinos más elevados porque conoce la Ley Cósmica y, por lo tanto, aleja de sí la desesperación de quien cree que su destino le gobierna y que no tiene otro remedio que acatarlo. El verdadero estudiante, que cree en aquello que sabe, se convierte en el arquitecto de su existencia.

14) LA ESPERANZA DEL ESTUDIANTE ES FIRME

Se basa en el conocimiento de la Ley Cósmica, del cual deriva su esperanza espiritual.

Sabe que lo que los demás llaman el mal es sólo un reflejo aparente que anuncia la llegada, lo mismo que la noche anuncia el día, de un bien mayor y más duradero.

Sabe que lo que otros denominan oscuridad es sólo ausencia de la luz, y que si Dios creó las sombras es para hacer resaltar, más aún, la luz del día. Sabe, como dijo el Divino Maestro, que para renacer es necesario morir, dejando así la cáscara de una vida y un mundo caduco para tomar una nueva vestidura más pura y resplandeciente.

La esperanza de un verdadero estudiante descansa sobre la roca de su propia sabiduría que se va acrecentando en la medida en que conoce las Leyes de la Naturaleza, comprendiendo así el propósito de la Creación y de la existencia.

15) NO PUEDE SER VENCIDO POR EL SUFRIMIENTO

Comprende que de la misma manera que el hierro, al ser sometido a la prueba del fuego, se convierte en el más duro y poderoso de los aceros, su vida se fortalece con las pruebas de la existencia.

Lo mismo que un guerrero prueba el temple de sus armas en la batalla, el estudiante prueba la valía de su conocimiento en la lucha diaria por la vida.

Sabe que el bien y la bondad siempre prevalecen y, por muy duras que sean las pruebas a las que se vea sometido, por muy dolorosas que sean las experiencias por las que esté atravesando, la recompensa final llegará en forma de felicidad, y comprensión espiritual.

Sabe que NUNCA ha de caer en la tentación de luchar contra el mal aparente de la oscuridad y de las sombras con las mismas armas que éstas emplean. Sabe que allí donde haya oscuridad, debe poner luz. Allí donde haya odio, debe poner amor. Allí donde haya engaño, debe poner verdad. Allí donde haya desesperación, debe poner esperanza.

Perdonando los agravios y el dolor que se le haga, encontrará la recompensa preciosa de sentir que estas enseñanzas se incorporan en toda la belleza y esplendor de sus ideales, a su propia personalidad.

16) EL ESTUDIANTE SERA SIEMPRE MIEMBRO DE SU SOCIEDAD

Quien ama la verdad y el conocimiento estarán indisolublemente unidos a ellos. El principio fundamental que rige estos estudios es la Verdad, y todo Verdadero Estudiante la conoce y la practica sin mancillarla.

Al número dieciséis se le ha conocido en la simbología oculta como LA PIEDRA DEL AMOR DIVINO, y también como el camino de descenso del mundo espiritual al de la materia para, después de pasar por la experiencia material, retornar al "Reino Perdido" completamente REGENERADOS.

Este antiguo texto concluye así:

ESTOS SON LOS DIECISÉIS SIGNOS SECRETOS DEL VERDADERO ESTUDIANTE QUE HAN SIDO REVELADOS A UN PEREGRINO POR UN ANGEL OUE ELEVO SU CORAZON, DEJANDO EN SU LUGAR UN CARBON ARDIENTE.

Todos somos peregrinos, pasajeros por este mundo, y los dieciséis Signos Secretos son el carbón ardiente que se transforma en el más puro de los diamantes, porque con su amor ardiente anima y transforma a la UNIVERSAL FRATERNIDAD HUMANA.

EL MAESTRO

Cierto día el Maestro estaba dando una charla a sus discípulos, maestros a su vez, y para dejar en claro un punto, utilizó una enseñanza que jamás olvidaron.

Parado frente a ellos les dijo:

- Quisiera hacerles un pequeño examen:

Entonces sacó un jarro de vidrio, de boca ancha y lo puso sobre la mesa frente a él. Luego sacó una docena de rocas del tamaño de un puño y comenzó a colocarlas, cuidadosamente, una por una en el jarro. Cuando el jarro estuvo lleno hasta el tope y no podía colocar más piedras, preguntó a sus discípulos:

- ¿Está lleno este jarro?

Todos al unísono contestaron que ¡Si!

Entonces, tomando un balde con pequeños guijarros preguntó:

- ¿Están seguros? mientras comenzó a echar de a poco las piedrecitas, moviendo el jarro para hacer que estas se acomodasen en el espacio vacío entre las grandes. Cuando hubo hecho esto sonrió y volvió a preguntar:

- ¿Está lleno este jarro?

Los discípulos suponiendo lo que se venía murmuraron, mirándose sonrientes, y uno de ellos dijo en voz alta: ¡Probablemente no!

¡Muy bien! contestó el Maestro, y acto seguido tomó un balde de arena que comenzó a echar en el jarro. La arena se acomodó en el espacio entre las piedras grandes y las piedras pequeñas. Y una vez más con una sonrisa les preguntó:

- ¿Está lleno este jarro?

Esta vez varios discípulos respondieron a coro: ¡No!

Sonrió el Maestro con benevolencia y dijo ¡Muy bien!, al tiempo que tomando un cántaro lleno de agua, lo echó al jarro hasta que este estuvo lleno hasta el borde.

Balanceando cuidadosamente el jarro para no derramar ni una gota, miró uno a uno fijamente a sus discípulos y les preguntó:

- ¿Cuál creen que es la enseñanza de esta experiencia?

Uno de los más jóvenes, levantando su mano, expresó: ¡la enseñanza es que no importa que tan lleno está tu horario, si de verdad lo intentas, siempre podrás incluir más cosas por hacer.

¡No!, contestó el Maestro, esa no es la enseñanza. La verdad que nos enseña es que:

Si no pones las piedras grandes primero, no podrás ponerlas en ningún otro momento.

Las Grandes piedras de la vida. ¿Cuáles son las piedras gran des en tu vida? ¿Un proyecto que deseas realizar? ¿Tiempo para los que amas? ¿Tu fe? ¿Tu educación o tus finanzas? ¿Alguna causa que desees apoyar? ¿Enseñar lo que sabes a otros?

Piensa y menciona otras, y siempre recuerda poner esas PIEDRAS GRANDES primero o no encontrarás un lugar para ellas.

Así que hoy en la noche o mañana al despertar, cuando recuerdes esta pequeña enseñanza, pregúntate a ti mismo: ¿Cuáles son las piedras grandes en mí? ¿Mi fe, mi vida, mi familia o mi negocio?, luego ve colocando las primeras, las más importantes, en el jarro de tu VIDA.

EL ESPÍRITU DE LA CREATIVIDAD

Artistas de todo tipo, aun cuando han trabajado mucho para dar vida a sus ideas, todos ellos valoran la chispa, la inventiva que existe en ellos cuando son canales de creatividad.

Sus declaraciones no nos sorprenden. Estamos dispuestos a admitir que los artistas tienen inspiración. Damos por hecho que los artistas son más creativos que nosotros, que existe cierta conexión especial, secreta, entre ellos y el proceso de canalización. Y, sin embargo, el secreto esencial de la creatividad que aplican los artistas es el mismo secreto que existe dentro del ser de cada uno de nosotros.

Imagínate por un momento que eres una semilla enterrada en la tierra. Poco a poco te abres y brotas, alzándote sobre el suelo y acercándote a la luz del sol. Imagina lo que sientes mientras tus células se multiplican y te dan forma hasta convertirte en una planta madura. Produces un capullo, éste se abre y surge del mismo una flor maravillosa. Imagina cómo absorbes el agua por las raíces y tomas los elementos nutritivos del suelo, transformando la luz del sol en comida en el interior de tu cuerpo. Como eres una planta con flor, canalizas la energía del sol, la tierra y el aire en una hermosa flor para disfrute de todos. ¡Qué cosa tan creativa!

¿Cómo aprende una planta a ser un canal de creatividad tan maravilloso? La planta está sencillamente siendo ella misma, está expresando su naturaleza. No tiene que aprender a crecer, ni a trabajar con la luz del sol. Lo hace de forma natural y, sin embargo, no deja por ello de ser un canal de creatividad.

¿Estamos nosotros, en tanto en cuantos seres humanos, menos dotados que las plantas? ¿Acaso hemos recibido menos dones que las planta y los animales? ¿Es posible que seamos menos creativos que estas criaturas, menos capaces de crear nuestro medio de vida, de expresar la belleza de nuestra naturaleza?

Dios es el Creador Supremo. Nosotros, como almas, somos reproducciones en miniatura de Dios. Al igual que sucede con la propia creatividad de Dios, nosotros canalizamos la energía modelándola con la mente para crear nuestra forma material. El modelo de nuestros pensamientos gobierna nuestras acciones y nuestras experiencias vitales. Somos canales de energía creativa. El reto está en que aceptemos ese don y desarrollemos su expresión.

¿Qué equivocación podemos cometer? Bueno, nos resulta fácil centrarnos en el producto final. ¿Nos reporta dinero o alabanzas? Con frecuencia nos interesan sobre todo las recompensas materiales. Es menos frecuente que nos centremos en el ESPIRITU con el que hacemos algo. Piensa nuevamente en las plantas. ¿Cuál es el estado de ánimo de la planta que florece? ¿Acaso hay plantas que miran por encima del hombro a otras plantas y se preguntan por qué no son tan buenas? No, por supuesto que no. Y, sin embargo, los seres humanos tendemos a mirar los productos de los demás, y a hacer comparaciones. Cuando nos comparamos con los demás, nos engañamos a nosotros mismos, y perdemos de vista nuestra propia creatividad.

La creatividad florece con la autoestima y la confianza en uno mismo. Exige que tengamos deseos de expresarnos. George Winston, compositor y pianista de la Nueva Era, observa: "FA arte es la forma que tenemos de manifestar nuestro espíritu en el mundo material". Cuando el ideal de la expresión de nuestro yo sea expresar el espíritu, tal como se nos aparece a cada uno de nosotros, ya a través del arte o en nuestra vida cotidiana, habremos alcanzado el verdadero objetivo y la auténtica esencia de la creatividad y de la canalización.

Diego Rivera, el famoso autor de murales, de nacionalidad mexicana, dijo una vez: "Un artista es por encima de todo un ser humano, profundamente humano... Si el artista no puede sentir todo aquello que siente la humanidad, si el artista no es capaz de amar hasta olvidarse de sí mismo... no es un gran artista. Los grandes artistas aman al prójimo, trabajan para ayudar en la medida de lo posible a que exista una armonía entre los hombres y la tierra, y entre todos los hombres".

Edgar Cayce

Canalizando su Yo Superior

ALCANZANDO NUEVAS METAS

Una de las tendencias humanas, basada en mecanismos de autodefensa, es la (le la rememoración constante del pasado. Cuando una persona no está satisfecha con su presente, y no tiene expectativas de futuro, tiende a refugiarse en los recuerdos de los buenos momentos que pudieron haberle acontecido.

Todos nosotros hemos vivido momentos de felicidad, en mayor o menor medida, y estos se convierten en un refugio psicológico cuan do las condiciones adversas nos atenazan.

Si cuando repasamos nuestras vidas no estamos totalmente de acuerdo con aquello que hemos vivido, o con ciertas experiencias que, por no desarrollarse conforme nuestros deseos, han sido frustrantes o dramáticas para nosotros, buscamos, en nuestra imaginación, cambiar la historia como forma de compensación personal, como una manera de restituir a nuestro ego su autoestima y valoración.

Esta reacción es natural ya que cuando la vida que tenemos no es satisfactoria, e incluso puede estar plagada de fracasos, nuestro ego, que necesita de compensación, busca un cierto grado de estabilidad en los recuerdos agradables o en las situaciones que nos recuerdan una sensación de seguridad.

La pérdida de expectativa de futuro produce, así mismo, una revisión constante del pasado que, en muchos casos, es revivido en nuestra mente produciéndose algunas modificaciones imaginativas sobre aquello que realmente aconteció. Esta experiencia, debida a esa falta de expectativa de futuro, es vivida, especialmente, por personas de edad muy avanzada que ya no esperan nada de la vida, que, no tienen nuevos planes para la existencia y que, en muchos casos, solo esperan el tránsito de la consciencia, o fallecimiento.

Pensar en el pasado, rememorar ciertas experiencias, no es algo negativo siempre que se mantenga dentro de los límites de lo sensato; al mismo tiempo, como ya saben todos los estudiantes espirituales, el pasado es fuente de experiencia que cuando se contempla como un repaso de las diferentes asignaturas de la vida, para poder emprender mejor el futuro, puede ser muy útil porque nos recuerda lecciones aprendidas. Eso es mirar el pasado con sensatez, pero quedarse anclado en el pasado, o buscar refugio en el mismo, es cuanto menos, una pérdida de nuestras facultades creativas de una existencia mejor y más ideal.

Así mismo, cuando se llega a un cierto grado de confort y de estabilidad, se suele tener la tendencia a mantenerse en esa situación embelesándonos en ella y estando dispuestos a defenderla por todos los medios, como algo que debe ser mantenido a perpetuidad.

Ambas situaciones, la del mantenimiento de nuestra mente en el pasado, o la de la permanencia en la situación actual, indican posiciones alejadas de la realidad natural que, por efecto de la Ley de Ciclos de la naturaleza, tenderán a diluirse.

Tengamos en cuenta que la Ley de los Ciclos establece que todo debe tener una período de gestación, un nacimiento, un crecimiento, una llegada a sazón, y un declinar para, después desaparecer y comenzar un nuevo ciclo.

Eso no sólo se aplica a los productos naturales, también lo podemos ver reflejado en la misma sociedad y, por supuesto, en su desarrollo histórico.

Todas las civilizaciones y los grandes imperios, tuvieron su gestación en la adquisición y perfeccionamiento de ciertas virtudes y valores particulares que hicieron fuertes a la sociedad; luego esos mismos valores impulsaron a los individuos de la misma a su expansión y desarrollo; al llegarse a la cima de las aspiraciones de dicha sociedad se produce un estancamiento, no se aspira a más, ya es suficiente con lo que se ha alcanzado, y esa situación de inmovilismo, de no aspirar a nuevos logros, de nuevas cosas, hace que se produzca una degeneración, una pérdida de fuerzas, que llevan a dicha civilización, o sociedad, a la descomposición y posterior desaparición, en muchos casos producida por nuevas sociedades que surgen pujantes, con savia nueva, arrollando a aquellos que ya han completado su periplo.

En el caso de los seres humanos esta ley se cumple de la misma manera. Mientras que haya en nosotros la concepción de algo mejor, y luchemos por conseguirlo, se producirá un avance continuo en nuestra evolución; mientras que si nos estancamos y consideramos que los logros alcanzados son ya suficientes, el estancamiento nos lleva a la disolución de nuestros logros y la anulación de nuestra personalidad.

¿Qué sucedería si cuando hemos alcanzado una situación, lejos de mantenernos en la posición adquirida, nos formásemos nuevas metas a alcanzar y luchásemos por conseguirlas?

La respuesta evidente es que el ciclo de crecimiento se mantendría y habría un enriquecimiento de nuestros logros y de nuestra personalidad.

Los estudiantes espirituales, que somos conscientes de los ciclos de manifestación cósmica que se aplican en todos los campos de la naturaleza, debemos tener siempre en nuestra mente que debemos evolucionar, mejorar nuestras condiciones, alcanzar nuevas metas.

No importa la edad que tengamos, o que pensemos que el fin de nuestra vida terrenal está cercano, debemos, por efecto de la evolución natural, marcarnos nuevos objetivos de mejora, que no necesariamente deben ser de naturaleza mental, ética, moral, y espiritual, para que la renovación constante vivifique nuestro espíritu y sigamos evolucionando positivamente.

Nada en el. Universo es estático y las condiciones nunca son absolutas. Podemos tener, de acuerdo con nuestro nivel de consciencia actual, una idea de lo que es ideal pero, en la medida en que la vida nos va enseñando y, también, en la medida en que vamos alcanzando aquello que para nosotros era lo mejor, según nuestra personal comprensión, nuestra consciencia se expande y somos capaces de concebir nuevas formas ideales.

Cuando éramos niños pensábamos que la vida, y lo que deseábamos, debía ser de cierta forma, debido a nuestro nivel de conciencia infantil, pero, en la medida en que fuimos creciendo, nos fuimos percatando de que había más cosas que ni siquiera podíamos imaginar en nuestros años infantiles.

En la actualidad es lo mismo: pensamos que concebimos lo ideal de acuerdo con nuestro personal nivel de consciencia pero, en la medida en que evolucionamos, y tenemos más experiencia y sabiduría, al expandirse nuestra consciencia, somos capaces de descubrir nuevas formas ideales que, hasta ese momento, no éramos capaces de imaginar.

El reconocimiento de que no hay límite, y el mantener la consciencia despierta y activa, siempre en disposición de avance, nos permite enfrentarnos a nuevas expectativas que podrán ser alcanzadas si nos lo proponemos.

No hay ningún ideal, ni ninguna meta, que sean excesivamente ambiciosos; pero una vez conseguido, no se paren, continúen estableciendo nuevas metas y traten de alcanzarlas así, al estar en la cresta de la ola de los ciclos de evolución, no caerán en la disolución sino que siempre se sentirán vivificados y vitales.

Establezcan nuevas metas, alcáncenlas, y vuelvan a establecer nuevas metas, pues esa es la Ley de la evolución permanente.

A VOLAR GENTE

Un pequeño gusanito caminaba un día en dirección al sol. Muy cerca del camino se encontraba un grillo.

- ¿Hacia dónde te diriges?, le preguntó.

Sin dejar de caminar, la oruga contestó: Tuve un sueño a noche y soñé que desde la punta de la gran montaña yo miraba todo el valle. Me gustó lo que vi en mi sueño y he decidido realizarlo.

Sorprendido, el grillo dijo mientras su amigo se alejaba:

- ¡Debes estar loco!, ¿Cómo podrás llegar hasta aquel lugar? ¡Vos, una simple oruga!

Una piedra será una montaña, un pequeño charco un mar y cualquier tronco una barrera infranqueable.

Pero el gusanito ya estaba lejos y no lo escuchó. Sus di minutos pies no dejaron de moverse. De pronto se oyó la voz de un escarabajo:

- ¿Hacia dónde te dirigís con tanto empeño?

Sudando ya el gusanito, le dijo jadeante: Tuve un sueño y deseo realizarlo, subiré a esa montaña y desde ahí contemplaré todo nuestro mundo.

El escarabajo no pudo soportar la risa, soltó la carcajada y luego dijo:

- Ni yo, con patas tan grandes, intentaría una empresa tan ambiciosa. El se quedó en el suelo tumbado de la risa mientras la oruga continuó su camino, habiendo avanzado ya unos cuantos centímetros.

Del mismo modo la araña, el topo, la rana y la flor aconsejaron a nuestro amigo a desistir. ¡No lo lograrás jamás! le dijeron, pero en su interior había un impulso que le obligaba a seguir.

Ya agotado, sin fuerzas y a punto de morir, decidió parar a descansar y construir con su último esfuerzo un lugar donde pernoctar. Estaré mejor, fue lo último que dijo, y murió.

Todos los animales del valle por días fueron a mirar sus restos. Ahí estaba el animal más loco del pueblo había construido con su tumba un monumento a la insensatez. Ahí estaba un duro refugio, digno de uno que murió por querer realizar un sueño irrealizable.

Una mañana en la que el sol brillaba de una manera especial, todos los animales se congregaron en torno a aquello que se había convertido en una advertencia para los atrevidos.

De pronto quedaron atónitos. Aquella concha dura comenzó a quebrarse y con asombro vieron unos ojos y una antena que no podía ser la de la oruga que se creían había muerto. Poco a poco, como para darles tiempo de reponerse del impacto, fueron saliendo las hermosas alas arco iris de aquel impresionante ser que tenían frente a ellos: una mariposa.

No hubo nada que decir, todos sabían lo que haría: se iría volando hasta la gran montaña y realizaría un sueño; el sueño por el que había vivido, por el que había muerto y por el que había vuelto a vivir. Todos se habían equivocado.

Todos tenemos un sueño que cumplir, vivamos por él, intentemos alcanzarlo, pongamos la vida en ello y si nos damos cuenta que no podemos, quizá necesitemos hacer un alto en el camino y experimentar un cambio radical en nuestras vidas y entonces, con otro aspecto, con otras posibilidades y con esfuerzo, lo lograremos.

EL EXITO DE LA VIDA NO SE MIDE POR LO OUE HAS LOGRADO, SINO POR LOS OBSTÁCULOS OUE HAS TENIDO OUE ENFRENTAR EN EL CAMINO.

Continuará....

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