martes, 13 de abril de 2010

Cuadernillo N° 24 – Parte 1- LAS LEYES UNIVERSALES

LOS SIETE LÍMITES A SUPERAR PARA SER FELIZ

Cuando uno se pone a analizar tanto su trayectoria personal como la de la humanidad a la que pertenece, se da cuenta de que todos sus afanes, todos sus logros, toda su búsqueda en definitiva, no va dirigida a otra cosa que no sea el encontrar la felicidad.

Si nos fijamos bien, a pesar de los múltiples nombres con que la adornamos, la felicidad es el objetivo último de todo ser viviente, sea consciente de sí mismo o no. La enfermedad y el dolor nos impiden ser felices; el paro laboral nos impide desarrollar nuestras capacidades manuales o intelectuales y eso nos produce malestar o infelicidad; unas relaciones deficientes con la familia, con la pareja o con los amigos nos patentizan que tenemos carencias afectivas que nos alejan del bienestar emocional; un vacío en nuestras creencias nos sitúa ante el misterio de la vida y la muerte sin ningún argumento que elimine el miedo al "no ser"; los condicionantes económicos nos impiden realizar nuestros sueños materiales... Cuanto nos rodea -parece estar puesto para crearnos dificultades ante el ansiado objetivo de ser felices.

Así pues, la felicidad es el objetivo final de nuestra existencia. Nadie nace para sufrir. Nadie al nacer viene pensando que lo hace en un "valle de lágrimas" para expiar errores pasados. Las filosofías que proclaman que el objetivo de la vida es sufrir para purificarse no han entendido que tenemos otro camino además del dolor para conseguirlo: LA COMPRENSION.

El comprender nos produce felicidad, aunque sólo sea por la descarga de endorfinas que genera nuestro cerebro cuando hemos dado con la clave de ese problema que tanto nos angustiaba o cuando hemos comprobado que ya no nos dejamos llevar por aquella dependencia o aquel vicio que nos causaba tantos problemas sociales o de salud.

Si aprendemos a buscar la felicidad en las cosas pequeñas, cotidianas, no sufriremos decepción por no haberla podido hallar en las cosas grandes. Incluso quienes nacen para solucionar cuestiones de su personalidad que le impiden avanzar en su camino evolutivo, lo hacen porque buscan la perfección aunque para ello tengan que afrontar pruebas difíciles, al final de las cuales, si las superan, se sentían felices.

Esas pruebas pueden ser múltiples y variadas. Sin embargo, hay un pequeño grupo de ellas que se repiten insistentemente y que nos permiten comprobar que son verdaderos "hitos" o "límites" a saltar en el camino evolutivo del ser humano. Y de ellas vamos a hablar en este escrito. Pero, antes, analicemos un poco el ambiente en el que se van a intentar superar.

Nos encontramos a finales del siglo XX, un siglo marcado por cambios constantes, por terribles confrontaciones bélicas, por la ascensión y posterior caída de imperios, por la aparición de movimientos religiosos y filosóficos de distinta procedencia y con métodos de acercamiento a la Verdad a veces diametralmente opuestos, por una revolución industrial y tecnológica que ha marcado la psicología de los individuos haciéndolos más inseguros y dependientes de las instituciones, por una ruptura de la escala de valores no sólo personal sino también colectiva, y por la ascensión imparable de los fanatismos religiosos, raciales y políticos, dando lugar a anacronismos tales como los integrismos, los nacionalismos o las luchas por el poder a manos de banqueros y políticos corruptos.

Frente a ello, el hombre de la calle se siente manipulado, indefenso, sin posibilidad de plantearse siquiera mentalmente su futuro porque se siente sometido a decisiones que no entiende ni comparte y que le vienen de instancias de poder a las que no tiene acceso ni en las que su voz vaya a ser oída.

La decisión que le queda entonces es la abdicracia, el "pasar" de todos y de todo, recluyéndose en sí mismo aunque le cueste aceptarse como es, con sus defectos y sus virtudes, desconociendo en muchas ocasiones sus propias potencialidades, generando sentimientos egoístas, haciendo trampas, por ejemplo, en su declaración de la renta, más por un deseo de venganza que de evitar un pago que quizás no sea excesivamente oneroso.

Ello le hace feliz, como al chiquillo la travesura, pero en el fondo siente la frustración de no ser para la gran máquina más que un simple número de afiliado cuando esa maquinaria le ha enseñado durante años que la soberbia y la egolatría es la gasolina para que funcione su sistema de supervivencia en un mundo donde la competitividad y la ausencia de solidaridad es la norma.

A pesar de lo cual, o quizás precisamente por ello, los sistemas de defensa de las sociedades generan sus propios anticuerpos en forma de movimientos internos que tiendan a reequilibrar los equilibrios perdidos, a corregir las desviaciones que llevan a sus miembros a enfrentamientos fraticidas, a re-encontrar la esencia que dio origen a su creación como sociedad.

En definitiva, los individuos intentan hallar la felicidad dentro de un marco social que no suele facilitarles la tarea; por eso es tremendamente importante identificar los límites o "hitos" que jalonan el camino hacia ella, identificarlos y encontrar la fórmula para superarlos.

De eso precisamente es de lo que se hablará a continuación, de DEPENDENCIAS, INSEGURIDADES, ACEPTACION PROPIA, MANIPULACION, ABDICRACIA, EGOISMO y SOBERBIA. Y de cómo la sabiduría milenaria, la observación y la práctica de quienes han logrado superar todos o alguno de esos límites nos pueden ayudar a quienes hemos apostado por ser felices.

PRIMER HITO:

LAS DEPENDENCIAS

Desde el mismo momento de su nacimiento, el ser humano establece con su entorno una serie de dependencias, algunas de tipo físico -absolutamente naturales - y otras de tipo psicológico que va generando a lo largo de toda su vida.

Siendo precisamente en los momentos de crisis cuando más se agudizan esas dependencias, ya que la inseguridad, la soledad, la depresión, el miedo al futuro, la ruptura de esquemas mentales o los desapegos emocionales hacen que la persona se sienta desubicada, no encuentre su sitio en la vida y comience a dar bandazos en todos los ámbitos que componen su marco de referencias (familiar, profesional, afectivo, personal...). Sentimientos desequilibrantes que podrían aglutinarse alrededor de un único elemento: el DESAMOR.

El bebé o el niño que no recibe de su entorno -de sus padres fundamentalmente- una nutrición adecuada -y no sólo física, sino sobre todo afectiva-, se convierte en un adulto que trata de que los demás le compensen de sus carencias. Sin embargo, como normalmente es inconsciente de la herida, no sabe cómo curarla y se dedica a exigir, de forma agresiva o lastimera, la compensación a esas carencias.

Podríamos englobar las actitudes de dependencia en tres grandes áreas: en un primer nivel, encontraríamos la dependencias del mundo material; en un segundo, las del mundo emocional y mental, y en un tercero las del mundo espiritual. A medida que el hombre va afianzando su posición de seguridad en sí mismo, va logrando la independencia en cada uno de esos niveles.

En nuestro nivel evolutivo priman sobre todo las dependencias materiales porque sentimos mucho más su carencia que de ninguna otra cosa. Sin embargo, a medida que se va avanzando, lo material va siendo colocado en otros niveles de menor importancia.

Ocurre que, cuando se tiene una dependencia psicológica sobre algo o alguien, siempre se intenta disimular para que no desaparezca eso que le sirve de soporte; es como el drogadicto que intenta disimular su drogadicción para poder seguir accediendo a la droga sin dificultad. Pero es muy importante no confundir las dependencias con otras facetas de nuestra personalidad. Las dependencias son siempre reflejo de la inseguridad y el miedo, y para poder erradicarlas es preciso, como primer paso, reconocerlas.

En mayor o menor medida todos los seres humanos manifestamos dependencias de otras personas. Unos las tenemos de la pareja, de los padres, de los hijos, de los líderes -ya sean políticos o religiosos-, etc. Y, sin embargo, deberíamos tener cuidado porque ciertas dependencias pueden agravarse y convertirse en auténticas patologías.

Si, tal como parece, se tiene dependencia de aquello que no tenemos integrado, asimilado o aceptado como parte de nuestra personalidad, aquellos que sufren de DEPENDENCIAS MATERIALES deberían adquirir conscientemente, para poder superarlas, responsabilidades de orden material a fin de que poco a poco, y merced a la experiencia, esa realidad sea asumida como parte de la vida.

Por otro lado, el amplísimo espectro de DEPENDENCIAS EMOCIONALES, tanto fobias como filias, con que podemos encontrarnos, se puede solucionar mediante regresiones a la infancia, buscando los puntos de conflicto a eliminar desde la posición mental del adulto.

Y, finalmente, los que tienen DEPENDENCIA DE LO FILOSOFICO, ESPIRITUAL Y MISTICO, es porque aún no lo tienen integrado en su vida, es decir, sienten una disociación entre su mundo interior y el que les rodea, que le parece tan alejado de su "nivel" que queda relegado a un plano muy inferior de atención. Para erradicar ese tipo de dependencias deberían implicarse a fondo en lo material, no sólo en lo que se refiere al dinero, sino también a los sentidos físicos.

La lucha constante entre los sentidos y los sentimientos, entre el deber y el querer, entre la ambición de poder y la seducción de los demás, manifiestan las dos polaridades en que nos movemos, es decir, EL PLACER Y EL DOLOR, conceptos ambos que marcan nuestro devenir cotidiano.

Una buena relación tiene siempre como base el conocimiento de los procesos mentales de la otra persona, ya hablemos de pareja o de grupo. Así, es muy importante saber cuáles son las características personales de los demás para adaptar la nuestra. En este sentido, podríamos comparar las relaciones personales con el funcionamiento de un átomo. A veces uno es electrón que gira alrededor de un núcleo y otras veces es al contrario, pero lo importante es que el giro se realice por compensación, no por dependencia, pues de ese modo se lograría una relación mutua que siempre es compensatoria.

La persona dependiente no es nunca libre, pero tampoco lo es quien le sirve de soporte. El nivel de evolución personal e incluso social se puede detectar mediante el análisis de las dependencias y reacciones que éstas producen en los distintos individuos.

Podríamos decir, por tanto, que la interdependencia es un objetivo a perseguir. Durante su búsqueda lo lógico es que existan dependencias más o menos alternativas que al final encuentran su equilibrio. En cualquier caso, a lo largo del proceso lo importante es ser consciente de la posición que se ocupa para buscar ese equilibrio. Porque en las relaciones humanas unas veces dependemos de alguien y después es ese alguien quien depende de nosotros.

Como el objetivo final se alcanza cuando el equilibrio es estable, es importante estar atento para no permanecer demasiado tiempo siendo dependiente o permitiendo que dependan de nosotros ya que es fácil quedarse en esa postura, ya sea por comodidad en un caso y por vanidad en otro.

Siendo cuando uno logra realmente encontrar su punto de equilibrio interior en las relaciones interpersonales cuando comienza a plantearse cuestiones como: ¿qué significa la independencia?, ¿qué es y cómo se manifiesta en el ser humano?, ¿es ilusión o realidad? Y puede sorprenderle descubrir que lo que él entiende por "su independencia" podría ser tan sólo una ilusión psicológica por la cual se cree que no necesita a nadie para conseguir sus objetivos. Postura que se manifiesta en forma de autosuficiencia, egoísmo, soledad, aislamiento, tendencias antisociales...

En ocasiones, el que se cree independiente no intenta más que huir de los compromisos con los demás y, como en el fondo, sabe que eso no es correcto, pretende que el concepto que él ha asumido como independencia sea valorado como algo positivo. Esa es la razón última: el egoísmo y el egocentrismo como base de la relación humana.

Es bien cierto que las dependencias son un lastre que impide avanzar y que sólo aquel que siente que su libertad de pensamiento y elección son importantes, dejará los lastres que le mantienen atado a cosas o personas. Sin embargo, una vez eliminados los miedos asumido el papel individual, nos podríamos plantear relaciones de interdependencia mucho más positivas para las personas. Se podrían comparar con las conexiones intercelulares del organismo. Sin ellas no hay transmisión de información en todo caso es incompleta, difusa o sesgada, lo que lleva al caos.

Es muy normal que antes de reestablecer una comunicación intercelular que ha estado cortada haya que eliminar los obstáculos que la dificultaban (dependencias). Al principio, cada célula busca su individualidad, pero más adelante se pregunta: ¿no se trata de hallar lo común?, ¿qué es más importante en la pirámide, las piedras de la base o las del vértice?

Y es que no deberíamos olvidar que todos los seres del cosmos estamos interrelacionados y que en este mega-holograma universal en el que vivimos la acción y pensamiento de cada elemento afecta a todos los demás. Algo que el día que el ser humano comprenda y asuma nos llevará a ampliar nuestra conciencia global, permitiéndonos vibrar armónicamente en sintonía.

SEGUNDO HITO:

LA INSEGURIDAD

El ser humano, que generalmente mira su futuro con desconcierto, suele librar a lo largo de su vida una batalla interna entre fuerzas contrapuestas. Algunas, como el miedo y el amor, son sentimientos primarios muy arraigados en su mente inconsciente, sentimientos que matizan, filtran o tamizan su interrelación con el en torno, pero sobre todo con sus semejantes.

Sin embargo, mientras el amor es la energía de fusión, de unión, de integración con lo y los que nos rodean, el miedo se sitúa en la polaridad contraria y supone separación, ruptura, aislamiento, desunión... teniendo una consecuencia directa la inseguridad.

El miedo, pues, forma parte de nuestra propia naturaleza ya que está ubicado en la parte más antigua de nuestro cerebro: el denominado cerebro de reptil, en el que según los expertos se alojan los atavismos, la agresividad, la sexualidad y, obviamente, la orden de supervivencia que está grabada a nivel celular. Por eso nuestra mente inconsciente, la que se ocupa del funcionamiento biológico, produce "raptos emocionales -como dice Daniel Goleman en su libro "La inteligencia emocional" cuando sentimientos no conscientes -como el miedo- hacen su aparición.

En tiempos remotos la supervivencia era el reto a conseguir por los animales -incluido el hombre- y el miedo a la muerte formaba parte intrínseca de todos ellos. Sin embargo, la adaptación al medio y la modificación de los condicionantes externos fueron eliminando progresivamente ese miedo ancestral. A pesar de lo cual, nuestro cerebro sigue generando los mismos procesos mentales aunque ya no haya un enemigo concreto a quien vencer o una situación de vida o muerte que superar, de tal forma que seguimos sintiendo miedo sin que en muchas ocasiones sepamos por qué.

El miedo es, pues, una reacción del inconsciente que aparece como manifestación de una serie de sensaciones adquiridas cuando la consciencia no estaba desarrollada. Es, por tanto, tan vario pinto en su manifestación como variopintas son sus causas. A la luz de la consciencia, el 90% de las causas nos parecería absurdas; sin embargo, en su momento tuvieron sentido para el cerebro profundo que las archivó y creó mecanismos de defensa para su eventual aparición. Con la llegada de la consciencia sólo sabemos que sentimos miedo, pero no sus causas reales.

Por tanto, ¿identificamos algún miedo consciente?, ¿sabemos cuándo se generan?, ¿son nuestros o pertenecen al inconsciente colectivo de la especie?

Al estar ubicados en el inconsciente y tener éste incorporada la ley suprema de la supervivencia es lógico pensar que los miedos son una reacción de defensa ante la muerte o el daño físico que pueda ser causa de muerte. Y sólo la lógica puede inhibir al miedo aunque no lo haga desaparecer. Porque para que desaparezca hay que ir a su origen mediante regresión.

En cualquier caso, hablamos de miedos, no de fobias. Las fobias y filias se relacionan con hechos concretos vividos. No así los miedos inconscientes, que lo hacen con acontecimientos sin lógica que, no obstante, son percibidos como potencialmente peligrosos por el inconsciente.

De ahí que haya que llegar en las regresiones al inconsciente, independientemente de la época. Y que si se logra activar éste, surjan los miedos de la especie.

El miedo es un proceso mental que se produce porque nos enfrentamos a algo desconocido que nos puede dañar física o emocionalmente. Y aunque han desaparecido gran parte de los peligros que atentaban nuestra vida física, hemos desarrollado mecanismos de defensa ante un buen número de miedos psicológicos que forman parte de nuestra personalidad externa.

Cuando el miedo nos invade se bloquean los procesos de razonamiento lógico y actúa el inconsciente acelerando la circulación sanguínea, contrayendo los músculos, dilatando las pupilas... pero lo más significativo es la alteración en el ritmo respiratorio que pasa del jadeo al corte de la respiración por tiempo indefinido, desde los 10 a los 30 segundos, y puede producir un colapso respiratorio.

De tal modo que las personas asustadizas, inseguras o desconfiadas, o que están siempre a la defensiva o sean excesivamente introvertidas, sufren con frecuencia trastornos del aparato respiratorio ya que éste se va debilitando porque el organismo centra su energía en aquellos otros sistemas que le permiten defenderse en caso de agresión.

Los bronquios son una parte del aparato respiratorio que sufre más que el resto porque las tensiones se centran más en esa zona, contrayéndose y no dejando pasar el aire, con lo que en los alvéolos no se oxigena la sangre y, consecuentemente, no se purifica y el dióxido de carbono no se expele al exterior, lo que puede producir coágulos de sangre o trombos que podrían causar anginas de pecho y posteriormente infartos de miocardio.

El miedo se produce por la combinación de varios sentidos, entre los que cabe destacar el olfato, el oído y la vista. Las manifestaciones de la psique son muy personales y pertenecen a patrones conductuales generalmente aprehendidos durante la infancia. La seguridad o inseguridad que nos proporciona el entorno determina los recursos de adaptación, defensa y ataque en las relaciones con los demás.

La timidez, por ejemplo, es un elemento de defensa tan patente como la extroversión y la ira tan agresiva como el llanto.

El miedo, pues, puede tener su origen en múltiples causas, casi todas originadas en la infancia. Sin embargo, el miedo no se manifiesta siempre de igual manera; de hecho, muchas veces se disfraza de lo contrario.

Por otra parte, hay muchas causas y clases de miedo. No sólo se tiene miedo a la oscuridad, a las alturas o a los lugares cerrados; también se tiene miedo al futuro, a la soledad, a la enfermedad, a la pobreza, a la falta de reconocimiento, a la falta de afecto, a meter la pata, al ridículo...

La interrogante, por tanto, es la de cómo combatir el miedo -y por consiguiente eliminar la inseguridad- afrontándolo u obviándolo.

Evidentemente, todos responderíamos que afrontándolo pero muchas veces la experiencia nos demuestra que eso no es suficiente, ya que no estaríamos más que atacando el síntoma de un problema mucho más profundo. Lo mejor es identificar la causa y utilizar la lógica.

¿Por qué tenemos esos miedos? ¿Qué quiere decirnos el subconsciente con ellos?

Los miedos son un aviso de que algo no está bien colocado en los procesos mentales y precisa de una revisión. Este conflicto interno lo recoge nuestro subconsciente y lo patentiza de muchas maneras. Las pesadillas, por ejemplo, son miedos escenificados. Desde hace milenios se sabe que el análisis de los sueños nos puede dar realmente mucha información sobre nuestro mundo inconsciente, pero eso es algo que todavía no ha sido afrontado con el rigor necesario. Quizá porque no todos los sueños responden a los símbolos postulados por Freud.

TERCER HITO:

LA ACEPTACION PROPIA MEDIANTE LA INTERIORIZACTON

Hablar de interiorización es hacerlo de aceptación propia, es decir, conocimiento, aceptación y asunción de los propios defectos y virtudes, lo cual va más allá de conceptos como los de autoestima, autovaloración o similares. Es realmente, llegar a la máxima que nos proponen los sabios de todos los tiempos: conocernos a nosotros mismos. Algo así como emprender un viaje por nuestro universo interior hasta llegar al centro de nuestra conciencia. En suma, ser conscientes de nosotros mismos, reconociendo nuestras potencialidades, por un lado, y nuestra parte oscura, por otro.

Fue C. Gustav Jung el primero en acuñar el concepto "sombra" al hablar de la personalidad del individuo. Sombra bajo la cual se esconderían todas aquellas facetas propias que tienen un cariz negativo.

Hasta hace poco, los defectos o desarmonías pretendían ser ignorados u obviados por la psicología tradicional, que se limita a potenciar los aspectos positivos. Así, se empeñaban en ocultar o reprimir aquellos aspectos socialmente inaceptables. Pero, como sugiere Ken Wilber, para crecer debemos volver a trazar la frontera entre persona y sombra.

Por ejemplo, alguien podría decir: "Soy una persona buena, decente y trabajadora. No soy malo, perezoso o indecente; sin embargo, existen a mi alrededor personas perezosas que me sacan de mis casillas". Pues bien, para avanzar en el camino del autoconocimiento es necesario reconocer que no somos totalmente buenos, ni totalmente decentes, ni tampoco totalmente trabajadores, sino que gozamos también de algunas facetas menos deseables. Y sólo asumiendo la parte de luz junto a la parte de sombra, tendremos una percepción más completa de nosotros mismos. Es decir, la integración de los opuestos para transformarlos en partes complementarias que nos den un mayor nivel de conciencia.

Ya Jung decía precisamente que el trabajo sobre sí que emprende un individuo para crecer y transformarse consiste en reconciliar opuestos, reconociéndolos e integrándolos. El ego -añadiría- debe integrar los aspectos inconscientes de la personalidad que no reconoce como propios: la envidia, el egoísmo o la avidez, la 'sombra' que proyecta en los demás".

Se trataría, pues, de conseguir ser "un hombre entero" que retina los aspectos conscientes e inconscientes de sí mismo. En este sentido, uno de los aspectos fundamentales a reconciliar sería la del hombre con su lado femenino o "Anima" y la de la mujer con su lado masculino, el arquetipo "Animus".

Los conflictos hombre-mujer son un claro exponente: biológicamente las mujeres giran alrededor de los hombres pero lo importante es girar por compensación, no por dependencia ya que ésta elimina a aquélla. Con un planteamiento de dependencia la pareja funciona mal y, si se rompe, suele ser por parte del que se depende, no del dependiente. Podríamos entender, en todo caso, que la dependencia fuera mutua, pues al serlo sería compensatoria. En suma, si estamos atentos a descubrir las características personales del otro podremos adaptar las nuestras.

Todos nosotros estamos condicionados por los conceptos hombre mujer típicos de la sociedad en la que estamos inmersos. La única realidad objetiva es que los niños traen su carga genética correspondiente y las niñas la suya, por lo que es absurdo plantearse cuál de los dos es mejor ya que ambos son, en lo absoluto, iguales. En el mejor de los casos, no tiene lógica una postura hacia el machismo o hacia el feminismo porque eso demostraría que aún no hemos trascendido del aspecto externo y nos habríamos quedado en un solo plano de manifestación de la totalidad del ser -el físico-, ignorando sus componentes energéticos, mentales y espirituales que conforman al ser humano. Algo así como si al contemplar un iceberg pensáramos que el trozo de hielo que emerge sobre la superficie del agua es la totalidad, ignorando el inmenso volumen sumergido.

Recordemos además que una buena relación basada en el conocimiento de los procesos mentales del otro; por tanto, es imprescindible conocer la verdad a los demás para poner tener una buena relación con ellos.

De hecho, una de las causas fundamentales de conflictos es no sentirnos aceptados o valorados por los demás en las relaciones interpersonales. Afortunadamente, estamos inmersos en un marco de convivencia familiar, laboral, social, de amistades o de compañeros de estudios, que nos permiten contrastar continuamente nuestro momento evolutivo.

La búsqueda del equilibrio es la meta que todo ser humano se forja en algún momento de su vida, especialmente cuando llega a la mitad de la existencia. De hecho, suele ser alrededor de los cuarenta años cuando se produce ese momento de inflexión en el que uno hace un alto en el camino, se replantea la trayectoria seguida hasta ese momento, hace un balance de lo que ha hecho y de lo que le queda por hacer y toma consciencia de que algunas cosas de su pasado no han resultado como le hubiera gustado y de que ahora lo haría de otra manera, pero se da cuenta -con bastante frustración- de que lo hecho, hecho está, y de que el pasado no se puede modificar. Análisis tras el que afronta el futuro desde el presente planteándose nuevas metas y objetivos.

Se hace así consciente, por ejemplo, de que los efectos de nuestros actos se patentizan primero en el exterior, pero que después, en un efecto "boomerang", vuelven hacia nosotros patentizándose en el interior como consecuencia de la reacción de los demás. Mecanismo que nos permite observar, ser consciente en definitiva, de lo que causa rechazo en el entorno. De esta forma, los sentimientos que uno percibe en los demás son generados previamente por nosotros y los recibimos de vuelta. Uno se siente aceptado si está predispuesto a aceptar.

Por otro lado, si determinadas actitudes de nuestra personalidad producen efectos similares en personas diferentes y en distintos momentos, tendremos que empezar a pensar que quizás los equivocados no sean los demás sino uno mismo.

De ahí que para eliminar las causas que nos impiden armonizar con el entorno sea necesaria una atenta observación de nuestras actitudes y de los efectos que causan; de lo contrario, sólo nos quedará la sensación de ser incomprendidos - actitud adolescente por excelencia- y nos aislaremos comportándonos con los demás de forma adusta.

Por supuesto, no queremos sugerir que sean los demás siempre quienes tienen razón, sino que son un elemento importante en el camino de la objetividad. En el autoconocimiento no valen las sensaciones, sino la consciencia y el desarrollo lógico de las situaciones vividas.

Resulta realmente curioso y hasta paradójico que para progresar en los caminos de crecimiento (individuación, consciencia, conciencia de unidad, el viaje hacia el uno mismo, etc.) tengamos que hacerlo dentro del marco de referencias que suponen la realidad objetiva, el mundo que nos rodea, los demás en definitiva. Y es que tal vez sea cierto lo que apuntan algunos grandes pensadores como Gurdjieff, que decía que la consciencia y la resolución de conflictos se realizan conviviendo. Lo que situaría a la Vida como la primera escuela de aprendizaje de nosotros mismos.

CUARTO HITO:

LA MANIPULACION

Manipulación. He aquí una palabra que asusta, seguramente porque al oírla uno no puede evitar pensar en las grandes manipulaciones, esas que aparecen generalmente en los medios de comunicación asociados a personajes de la vida pública.

Por ejemplo, las informaciones que apuntan a que la Tierra está manipulada por no más de 200 o 300 personas y que no son precisamente los líderes políticos o religiosos, pues éstos se dejan utilizar para sacar provecho en su propio beneficio. Por el contrario, los auténticos manipuladores serían las familias más poderosas del planeta, aquellas que mueven los resortes de la economía.

Otro de nuestros temores ancestrales también ha reaparecido recientemente merced a los avances de la ingeniería genética. Parece claro que el objetivo de eliminar las taras físicas por medio de la manipulación genética es correcto. Sin embargo, ante el alcance que puede tener lo que se está gestando, reaparece el miedo a la utilización de esa herramienta.

Por ejemplo: nada impediría colocar al frente de los gobiernos de algunos países a personas que fueran el resultado de modificaciones genéticas, hombres y mujeres que reunieran las características idóneas: superinteligentes, carismáticos y sometidos a un gran líder, de tal forma que la Tierra estaría gobernada por una élite que tendría como objetivo el control del planeta, en el que las razas y lugares de origen estuvieran clasificados. Recuérdese, en este sentido, lo sucedido en algunas regiones de la India cuando se convenció a miles de ciudadanos de que se esterilizaran a cambio de un poco de dinero o comida.

Ese sería el primer paso: el control. Después, se podría manipular genéticamente a grandes áreas de población para que sirvieran a otros sin protestar, no como sucede ahora, en que el Tercer Mundo se ve constantemente envuelto en guerras provocadas –directa o indirectamente- por los "grandes" como forma de tenerlos bajo control. Sólo que como eso es muy caro a la larga, no sería extraño que busquen otras formas más sofisticadas y menos evidentes. La manipulación genética es la clave. Y el libre albedrío está en juego.

Porque no lo olvidemos: "El hombre evoluciona por aumento de consciencia y ésta utiliza una herramienta: el libre albedrío". Ahora bien, ¿dónde está el límite del libre albedrío? Probablemente esta sea tina de las preguntas más difíciles de responder porque habría que considerar miles de matices. Sin embargo, podríamos decir que toda aquella manipulación genética que condicione mentalmente es ilícita.

Eso hace imprescindible que se marquen los límites éticos a este tema, de manera que prevalezca el respeto a la libertad en todo proceso de investigación física o biológica. Porque no sería la primera vez que la mala utilización de la técnica provocara mutaciones aberrantes, como la manipulación en el ADN vírico que dio lugar al Sida o los fármacos para el control de la natalidad o para reducir peso, que resultaron ser cancerígenos, con el agravante que fueron usados en cobayas humanas...

También existe otro tipo de manipulación. Esta, a través de la publicidad, las películas, los discursos, la prensa, la radio, la televisión, etc. Porque tales medios son utilizados por todas nuestras instituciones de forma abierta, pero también en ocasiones se utilizan mecanismos subliminales que afectan a la parte inconsciente de nuestra psique.

Y es que no podemos olvidar que la manipulación de la realidad produce una reducción en la capacidad de análisis del informado. Si yo sé, por ejemplo, que un hecho va a ocurrir, y al ser preguntado distorsiono la realidad, el que recibe la respuesta tendrá parámetros defectuosos sobre los que basar sus decisiones con respecto al hecho en sí. La institución católica, por ejemplo, ha modificado siempre su discurso de acuerdo con el momento socioeconómico, de tal modo que la doctrina impartida en el siglo V no tiene nada que ver con la del siglo XIII y mucho menos con la del íntimo cuarto del siglo XX.

Ahora bien, ¿cómo protegerse de los mensajes subliminales? Evidentemente, siendo conscientes de la multitud de cosas que nos afectan y utilizando el razonamiento, la lógica y la introspección para ver si estamos actuando mediante impulsos inconscientes o realmente lo hacemos conscientemente.

Claro que no podemos olvidar, en esta reflexión, otro aspecto mucho más cercano: si consideramos el principio hermético que dice: "Como es arriba es abajo", no tenemos más remedio que admitir que si en nuestro mundo se dan tantos canales y formas de manipulación a nivel social, ¿no estará agazapado ese mismo impulso dentro de cada uno de nosotros? ¿No habrá desarrollado nuestra personalidad mecanismos sutiles de manipulación tanto de personas como de situaciones?

Seguramente todos nos reconocemos "manipuladores" en la familia, el trabajo, la pareja, las amistades... Porque aunque sabemos que la libertad termina donde comienza la del prójimo, eso no deja de ser muchas veces una frase hecha para soltarla en cualquier momento y quedar bien ante el interlocutor. Sin embargo, lo cierto es que muchas veces se confunde convivencia y buena intención con interferencia y manipulación.

Tenemos que estar constantemente alertas -como el guerrero de Castaneda- para no confundir el amor con la falta de libertad. Aprender a amar es aprender a ser libre para tomar las propias decisiones, teniendo siempre en cuenta dónde empieza y dónde acaba nuestra libertad.

Así, subyace en cada persona el deseo de que los demás adopten nuestras posturas- las que creemos correctas- y, de ese modo, intentamos que nuestra opinión, nuestros comentarios o lo que hacemos tengan el tinte preciso para que los demás se acerquen a esos planteamientos.

Y es que, en general, lo peligroso no suelen ser las palabras sino las intenciones que encierran. Y no podemos olvidar que manipulación es sinónimo de injusticia porque supone una privación de la capacidad para tomar decisiones.

Es importante, pues, ser consciente de los medios que utiliza el Sistema para ejercer el control sobre nosotros; pero también es importante ser consciente de los que -a veces inconscientemente- utilizamos nosotros para hacer lo mismo con los que están a nuestro lado hemos aprendido que todo tiene resonancia en el universo y que cuando se incide en una parte del mismo se modifica en alguna medida la totalidad. Y eso significa que actuando sobre nosotros, evitando que nos manipulen y dejando nosotros de manipular a los demás, estaremos modificando el poder de las instituciones.

Y también sabemos que cuando eso lo ponga en práctica el número suficiente de elementos, ese "conocimiento" pasará a formar parte consustancial de todo lo creado. Son, sin duda, los "milagros" modernos.

QUINTO HITO:

LA ABDICRACIA

Nuestra vida es una constante toma de decisiones y de responsabilidades, pues todo parece indicar que la evolución consiste, precisamente, en ir contrastando con el exterior lo que genera nuestro interior. Así, a lo largo del día cada uno de nosotros se ve abocado a ejercitar su capacidad de elección, ya sea en cosas pequeñas o en decisiones importantes.

Sin embargo, antes de tomar cualquier decisión hay un momento de inseguridad al que todos nos enfrentamos y es entonces cuando aparece ante nosotros la ABDICRACIA como una salida honrosa: "No estoy suficientemente preparado...", "Fulanito o Menganita saben más de eso...", "No puedo opinar porque los demás son expertos...".

ABDICRACIA significa no hacer uso de la capacidad de tomar decisiones; es dejar en manos de aquellos que consideramos mejor preparados, más capaces, nuestras convicciones, nuestras creencias, nuestra vida, nuestro futuro en definitiva.

Desgraciadamente vivimos en una sociedad donde abundan los "expertos". Todo el mundo es experto en algo y así somos presentados a los demás. Estamos inmersos, desde hace varias décadas, en el paradigma de la especialización y como ya hay gente "especializada" en cualquier tema que se nos pueda ocurrir, recurrimos a ellos para que nos digan qué comer, cómo vestirnos, en qué emplear nuestro tiempo, cómo trabajar, qué creer, en qué pensar, cómo sentirnos... Siempre hay un consejo especializado a nuestra medida, de tal manera que nos encontramos rodeados de intermediarios, de modelos que nos hemos creado y que lo único que hacen es alejarnos -cada vez más- de nuestra esencia como seres humanos.

La mente es, según la filosofía perenne, un puente o nudo de comunicaciones entre la parte espiritual- y la manifestación física del ser humano. Es más, el grado de evolución se mide por la utilización que éste haga de su mente, de esa herramienta que expresándose a través de distintos aspectos (consciente, subconsciente e inconsciente) nos permite seguir creciendo, aprendiendo, avanzando en el conocimiento de nosotros mismos y del mundo que nos rodea.

Seguramente, la vida no es más que una escuela que tiene razón de ser en la medida que vamos aprendiendo a superar las situaciones que se plantean. La convivencia -por ejemplo- es el banco de pruebas, el laboratorio donde experimentamos los límites de nuestra personalidad. Y cualquier circunstancia que vivamos, por muy adversa que parezca, es perfectamente aprovechable cuando se conocen las causas. Una equivocación, un error, sigue siéndolo mientras no aprendamos de él, mientras no asimilemos la enseñanza que conlleva. A partir de ese momento deja de ser error y se convierte en conocimiento.

Es muy probable que hayamos olvidado que el ser humano es feliz cuando toma decisiones porque es un medio para reconocerse a sí mismo, enfrentándose a algo y comprobando si estaba equivocado o no.

Esto nos lleva a replantearnos la necesidad imperiosa que tenemos los hombres y mujeres de saber a qué estamos jugando, de asumir el libre albedrío como una llave de aprendizaje y de responsabilidad. Tendremos que recuperar nuestra capacidad de elegir para poder actuar en el presente y proyectar así nuestro futuro. 3E1 saber por el saber no tiene sentido si no se traduce en decisiones, en responsabilidades adquiridas. iHay que arriesgarse!

SEXTO HITO:

EL EGOISMO

Según la psicología, la clave de los males que aquejan al ser humano reside en el ego. El es el principal escollo, no sólo para una correcta interrelación entre las personas, sino también para un desarrollo armónico e integral de la personalidad. Las manifestaciones desordenadas del ego son el egoísmo, la egolatría, el egocentrismo, la soberbia...

La interacción e interrelación de los seres humanos podría considerarse como un trasvase continuo de energías. Es decir, la comunicación, la convivencia, las relaciones en general, producen efectos de rebote de tal manera que hay una transmisión de energías de ida y vuelta. Nos enriquecemos, nos alimentamos, nos nutrimos de esas energías afectivas, emocionales, psíquicas… pero también nos alteran cuando son del signo contrario produciéndose problemas físicos o psicológicos: la envidia, el dogmatismo, la intransigencia, la soberbia.

Pues bien, las manifestaciones egóicas producen en las relaciones humanas un efecto centrípeto, de tal manera que el egóico absorbe cuantas energías encuentra a su paso y termina por quedarse solo. Los demás han ido eliminando su emisión energética hacia él, por lo que empiezan a salirle mal las cosas, dejan de contar con él, le olvidan en sus proyectos y finalmente le retiran su afecto.

Curiosamente, a medida que se produce esa retirada energética la persona con tendencias egoicas se atrinchera más en sus posturas, intentando convencer a los que les servían de alimento que su postura es la correcta. Sin embargo, la dialéctica resulta inútil porque las personas no sólo captamos las palabras, las posturas, los gestos, las miradas, sino que muchos antes llega la energía que sirve de soporte a la expresión de esos pensamientos. En muchas ocasiones esto sucede a nivel inconsciente, pero se produce, no cabe duda.

Finalmente, se queda solo y después de pasar su "desierto particular" vuelve a solicitar la energía de sus antiguos amigos, pe ro sólo podrá volver a obtenerla si ha aprendido la lección y la solicita desde una postura más humilde.

El egóico es susceptible por naturaleza. Nada es suficientemente bueno para é1 y su organismo se resiente porque tampoco acepta de buen grado lo que le, llega. Así, existe un rechazo, pero al mismo tiempo lo acepta porque lo necesita para vivir. Es como aquel que tiene un abuelo marqués, pero arruinado, que tiene que trabajar para vivir, pero si le preguntan que por qué trabaja diría que es por pasar el rato, porque el ocio le aburre.

La sintonía real y efectiva se produce cuando se da sin esperar nada a cambio. En ese momento la generosidad (cosa contraria al egoísmo) es la llave que abre los muros y baja a los que se encuentran subidos en el pedestal. La humildad permite que los otros se acerquen y te den energía, lo que favorece que los demás manifiesten sus mejores sentimientos.

En nuestros días está muy extendido un tipo de egoísmo muy curioso que incluso goza, en determinados sectores, de buena fama. Se trata de la actitud que lleva a atesorar información. Efectivamente, vivimos momentos en que la información es algo muy valioso, pues es sinónimo de poder. Por eso, en algunas profesiones se guardan celosamente los descubrimientos, porque eso les permite estar por encima de los demás. Es el miedo a que sepan lo que uno sabe lo que le hace retener para sí el conocimiento. Tal vez, sea una reminiscencia de aquel pasaje del Génesis en el cual Yahvé se preocupa porque Adán pueda llegar a saber tanto como él si come del fruto de la ciencia del Bien y del Mal.

Ese comportamiento pertenece al viejo paradigma y debe ser superado ese hito del egoísmo mediante la generosidad y el altruismo. Reza un antiguo axioma que "Todo lo que se recibe es para darlo", y la teoría del holograma así lo avala. No sirve de nada acumular, sino compartir de forma abierta, poner a disposición de todos lo conseguido, para así poner un granito más de arena que enriquezca a nuestra humanidad afanada en la búsqueda de esa conciencia planetaria que tanto necesitamos.

SÉPTIMO HITO:

LA SOBERBIA

La soberbia es, posiblemente, el hito a superar más difícil de identificar para los seres humanos, sobre todo de la cultura occidental. Ello es debido, principalmente, a que en muchas ocasiones se reviste de cualidad positiva, imprescindible ingrediente en las relaciones interpersonales, sobre todo si hablamos del mundo laboral.

El pensar que "si no es por mí nada saldría bien", "si alguien lo tiene claro ése soy yo", "mejor lo cuento yo porque éstos no saben muy bien por dónde sopla el aire", "gracias a mi inteligencia he podido lograr esto o aquello, no como éstos que no serán nunca nada", "verdaderamente soy un genio"... La persona aquejada de soberbia cree estar muchas veces en posesión de la verdad, cree que los demás deben ser enseñados porque no se dan cuenta de las cosas que suceden a su alrededor, cosa que a él no le ocurre.

Curiosamente, esta falta de humildad aparece como algo a mantener y cultivar en la personalidad, pues se valora la fuerza a la hora de defender criterios, el ser duro con las circunstancias y situaciones, ser capaz de tornar decisiones dejando de lado la conciencia y los sentimientos, erradicar palabras como fidelidad, confianza, amistad, en favor de oportunismo o posibilidad de progresar.

En la comunicación cotidiana se puede ver claramente las manifestaciones de soberbia. Por ejemplo, cuando un planteamiento no es explicado suficientemente queda sujeto a múltiples interpretaciones, lo que hace sobresalir al que ha formulado el planteamiento. Es un golpe de efecto típico del que quiere quedar por encima de los demás.

En la Edad Media los señores feudales construían castillos para proteger desde ellos sus posesiones, en nuestro tiempo no hay señores feudales, pero continúan existiendo los encastillamientos.

De esta forma, cuando uno no quiere reconocer sus errores busca en los demás la causa de sus problemas y siempre encuentra a alguien sobre el que volcar las culpas de sus fracasos. Así no se aprende nada, No vale, pues, quitarse de en medio al producirse un problema, porque éste no está fuera de uno, sino dentro, por tanto, lo llevamos con nosotros y cuando se dan las circunstancias precisas vuelve a aflorar.

La soberbia lleva aparejada el menosprecio de los demás, la falta de objetividad, una excesiva valoración de lo propio, una necesidad de quedar por encima... Con esas connotaciones la persona se pierde las posibilidades que da el trabajo en equipo, la coordinación de esfuerzos, la posibilidad de sacar de cada persona lo mejor de sí mismo, la identificación de potencialidades en los demás... Cada persona es diferente, pero posiblemente complementaria en algún punto. ¿Acaso no se alcanza más riqueza al construir partiendo de lo común y adornando lo construido con lo que nos diferencia? De, esa forma ambas partes tienen una perspectiva más completa de la misma cosa, una visión más amplia de la vida.

* * * * *

Continuará......

No hay comentarios:

Publicar un comentario